Entre 1973 y 1976 fuí a la escuela de educación primaria French y Berutti, detrás de Cancillería. En la intersección de Basabilbaso y Juncal. En los dos primeros años fui al jardín y en los otros dos, primero y segundo (lo que algunos todavía por esa época llamaban primero inferior y primero superior).
En primero tuve a la Srita. Angelita. Una señora entrada en años (o al menos para los que teníamos seis nos parecía una persona grande, acentuado por las canas que coquetamente llevaba). Angelita nos enseñó a leer y escribir. A mitad de año recuerdo claramente una escursión donde, aburrido, desde el micro iba leyendo los carteles de la calle.
Promediando el año se incorporó un chico nuevo. Un chino (vamos a llamarlo Wang, porque no tengo el mínimo recuerdo de su nombre real). No era raro un chino, aunque la inmigración oriental a nuestro país no se había producido aun y los gallegos seguian controlando el mercado almacenil del barrio, en ese colegio un chino no era raro: al mismo, como ya conté concurrían los chicos de la villa de Retiro y los hijos de los diplomáticos que trabajaban en Cancillería, junto con otros hijos de empresarios que vivían en el Sheraton (en realidad el raro era yo, el único de clase media de toda la escuela). Un chino, a la postre hijo de la familia que venía a adminsitrar el "Primer Restaurant Chino de Buenos Aires", de la calle Viamonte, que proveía la comida para la embajada China, no era raro en ese colegio. Cumplía con las generales de la ley, es decir, un crisol de clases y nacionalidades tan común en la escuela pública de ese entonces.
Pero había un inconveniente, Wang no hablaba una sola palabra en español. No existía "maestra integradora", la responsabilidad de integrarlo caía en los compañeros y en la maestra (todos los recuerdos que tengo de mi paso por la escolarización me hacen pensar en cursos grandes, de entre 30 y 35 alumnos en primaria, de mas de 50 en secundaria). Por algún motivo, Wang me cayó bien (creo que fue por solidaridad, yo tenía un solo amigo, David García, curiosamente -o no- de nacionalidad española). Tal vez nos sentamos juntos. No lo se.
La Srita. Angelita se tomó la cuestión a pecho. Y de a poquito le enseñó a hablar en español. Y lo integró al resto del curso. Realmente el pibe no sabía decir nada. Angelita con paciencia lo sacó bueno, sinó el pibe no hubiese podido seguir en el colegio. Hubiese terminado cocinando en el Resto de los padres (que tenía su nivel, eh).
Al año siguiente, la Srita. Angelita se jubilaba y yo me pasaba de escuela (como conté en El Colegio). Mi vieja, medio chupamedias, invitó a Angelita a almorzar, para despedirnos y despedirla. Y fuimos a comer al Restaurant de los padres de Wang. Debe haber sido el mejor agasajo que nos hayan hecho alguna vez. Creo que nos trajeron unos treinta platos distintos. Me llevaron a recorrer la cocina y los salones reservados donde comía el embajador. Era claro que el agasajo era para la Srita. Angelita. Que había integrado a su hijo como uno más, sin poner ningun reparo a la tarea extra que le implicaba. Sin cansarse.
Obvio, no nos cobraron.
Después de ese día, nunca mas vi a Wang, ni a la Srita. Angelita. Siempre que paso por la puerta de ese restaurant los recuerdo a los dos. A Wang delante del escritorio de la maestra repitiendo la tarea que esta le daba, con esfuerzo. Con la Srita. Angelita durante muchos años nos mandábamos tarjetas de fin de año. Estoy seguro que fueron muchas tarjetas y que las guardo en algún lugar.
Pensé mucho en la Srita. Angelita en estos días. Por dos razones, una pública y otra personal.
La pública es la duda que tengo de si la Srita. hubiese hecho huelga estos días. Creo que no. Creo que no entraba entre sus opciones. Menos el primer día de clase.
La personal tiene que ver con la maestra de Felipe, la Srita. S.
El gordo es dificil, es muy chiquito y las propuestas que le hacen (como ya conté) no le hacen mucha gracia. Tirale una pelota y la va a esquivar (está claro que no va a ser Messi), tirale una revista con dibujos y letras y te la va a replicar y se va a quedar enganchado todo el día. Son prioridades. En cierto punto, un representante de los nativos digitales (cuando aun no tenía un año ya había hecho un par de selfies el mismo). Pero a la maestra no le cae bien (bah, creemos que yo, que estoy tres de los días de la semana en la adaptación, no le caigo bien). Ya deslizó que tal vez tuviésemos que esperar y no hacer sala de dos. Ir directo a la sala de tres el año próximo (y empezar de nuevo con adaptación, previa y quinielesca inscripción). La Srita. S. es una persona grande, todo aquello que no nos imaginamos que es una maestra jardinera. Es buena maestra, no me cabe dudas, pero no lo mira a Felipe (o al menos eso sentimos). Y apenas llegamos ya está tratando que nos vayamos. No nos conoce mucho. No sabe lo duro que somos (Felipe, Mamá y Papá).
Por eso me acordé esta semana de la Srita. Angelita.
Me hiciste emocionar. Me acorde del colegio. De la pasion que ponia Laura, mi maestra de primero porque todos aprendieramos a leer y oo diafrutaramos. Hoy si los maestros no pueden, por la razon que sea, seremos nosotros quienes tendremos que transmitirles esa pasion. Tener esas ganas y hacer el esfuerzo extra. Lo que no debemos permitir es que ni Felipe ni Tomas se pierdan el disfrute de aprender. Los papas podemos ser muuuuuy fuertes! Abrazo
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