Hace unos siete años iniciamos el camino sistemático de la formación de Carla. No tuvimos mayores problemas. El primer día de sala de tres hubo que sacarla a rastras de la salita. Quería quedarse. La primer semana fue sin sobresaltos. A la semana siguiente una compañera la paró en seco, le saco el vaso de agua y a partir de alli peregrinamos todo ese año en el desierto. Pero al final lo logramos. El sistema educativo la había integrado. Y a nosotros, sus papis....
El paso de los años nos hizo pensar que no ibamos a volver a pasar por dicha experiencia. Pero extrañábamos tanto el sentarnos en esas hermosas y cómodas sillas petisas que decidimos tener otro hijo. Y así llegó Felipe.
Felipe aun no cumplió dos años, pero como somos padres responsables, después de atravesar el maravilloso sistema de inscripción on line, hablar varias veces por teléfono con el ministro (pensamos que eramos privilegiados porque nos atendía por teléfono, pero después descubrimos que el muy promiscuo le daba el fono a casi todos, parece que tenía muchos incendios que apagar mi tocayo), hace tan solo una semana nos confirmaron la vacante en el mismo colegio en el que carla hizo todo el Jardín. Allí nos encontramos con algunas maestras que conocían a Carla y no tenían la menor idea de que tenía un nuevo hermano. Pobres, esperan encontrarse en algún momento con un digno hermano de ella. Pero parece que el ADN falló. Carla entró al jardín con tres años escribiendo y leyendo. Una de sus maestras la usaba como caso de estudio para uno de los talleres por puntaje que estaba haciendo. Felipe es distinto. No sabemos si lee (hojea las revistas y mira cada letra y las contornea como si fuera Einstein o, al menos, Steve Jobs creando una nueva fuente para la MAC) o si nos está tomando a todos el pelo.
Hoy iniciamos la integración, junto a otros 43 chicos de dos años..., sus respectivos padres y cuatro maestras. Allí estábamos. Por ahora no hay sillas, todos al piso..., cantando y aplaudiendo. Bueno, todos no. Los chicos deambulan por el patio sin darle mucha bola a nadie.
Tuvimos una actividad. No la entendí muy bien, aunque me parece que nos están enseñando a hacer una molotov (los maestros ya no saben como protestar...): Tomese una botellita de plástico de medio litro e inserte por su boca (de la botellita) una tira de papel crepe. Después, en su casa, llenela de agua y vea que se preduce. Así empezamos. Si reemplazamos la botellita descartable por una cindor de vidrio, una buena mecha de algodón y el agua por alcohol o vodka, en un par de años los pequeños trotskitos salen a tomar las calles...
Lo importante, entre los pocos que no lloraron estuvo Feli. Deambuló como todos, acosó a un par de nenas y, también, a algún padre.
Veremos que pasa el lunes. Con Integración día 2. Sospechamos que las muy ladinas de las maestras nos tienen preparada una sorpresa muy desagradable: En algún momento nos harán sentar nuevamente sobre esas pequeñas sillas de tortura.
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