De nuevo nos esperaron las sillas. Esta vez nos separaron para las actividades. Nenes por un lado. Papis por el otro. Nenes encerrados en el aula. Papis departiendo sentados en las sillitas, mientras armábamos unos lindos cajas-ladrillos.
Feli lloró un par de veces. Pero no porque papis lo habían abandonado, sinó porque no quería estar solamente en la sala. Todo el jardín es su territorio. Es un alma libre y mepa que le gustan más las nenas de la sala fuccia, no de la violeta (la suya). No dio mucha bola a las consignas. Pero tampoco los otros pibes, sobre todo los más chiquitos. Pero cuando llegó a casa fue a buscar entre sus juguetes la pelota. Esa a la que no le daba bola.
Mañana, miércoles, la integración (o adaptación, pero el primer post me equivoqué y ya quedó así), la hace solo papá. Flor de desafío. Por suerte hoy no vino ningun papi copado. Pero temo que en cualquier momento contraataquen.
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