1987: La mesa de la Franja entrando a la izquierda, al lado de la
misma puerta de vidrio que ahora. El ambiente es casi igual, adolescentes de 18
recién salidos de la escuela secundaria y algún que otro remanente de años
anteriores. Holmbar cruzando la calle (aunque las zapatillas de jamón y queso
ya no son lo que eran y el ambiente ya no es el que cobijo el debut de Los
Vergara). Sección 16 pero los secundarios habían tenido que acordar una
conducción conjunta: uno de la 16 y otro de la 7 (la sectima, para algunos,
remarcando la c). Primer paro docente fuerte y yo, que había metido algunas
materias por UBA XXI el año anterior, no encontraba mucho que hacer, perder el
tiempo en Holmbar resultaba tedioso, sobre todo porque leer el menú con las
frases de Los Vergara ya ni era gracioso. Ya en el primer cuatrimestre, sin
grandes estridencias, había aprobado Ciencia Política (de docentes, Mariano
Aguas y la Negra Boschi)
y Sociología. A la mañana a trabajar a la parada, a la tarde a cursar (si había
clases) y volver a Parque Chas. La verdad que lo último era lo que menos me
seducía. Me acerque entonces a la mesa y pregunté por un documento (Si, en esa
época los militantes leían y discutían documentos. Hasta los del UPAU). A la
semana siguiente me lo traen. Me daba curiosidad eso de “La contradicción
fundamental”, creo que hoy me haría gracia leer sus afirmaciones. Para ubicar
en tiempo y espacio, todos éramos medio psicoboleches y alguno, incluso, había
curtido un par de FeriFiestas en el Parque Sarmiento (si, estuve presente el
día que la Fede
elevó la edad de juventud hasta los 35 porque lo habían cagado en el partido a
Echegaray).
A la semana, por la huelga, estaba militando (en una de las
materias que cursaba -tenía tan extraño nombre que no recuerdo-, la mitad de la
cátedra hacía paro y la otra no, unos eran geógrafos y los otros historiadores,
nunca entendí muy bien de que iba y la terminé colgando). Los jueves reunión de
frente, el resto de la semana en la mesa para encarar las elecciones. El primer
bofetaso la elección de diputados, la de “Mejor Jesús”, una paliza en todo el
país. Pero la línea que se bajó fue: “no importa, la capital la ganamos y nos
fuimos igual a festejar a Quorum”. Se venían las elecciones de centro y la cosa
venía complicada. Había aparecido con fuerza UPAU (presentaban lista hasta en
la facultad de Filosofía) y se podía perder la FUBA. No se perdió, pero
fue el año que se perdió Derecho y Arquitectura. La elección de Ciencia
Política no era de las más fuertes pero si de las que nos interesaban a algunos
de la agrupación, tres aspirantes a la carrera. Los grandes nos ceden un lugar
en la lista, un puesto a “entrar”, el tercer vocal. Raro, porque las internas
entre las distintas líneas de la escuelita eran feroces. Pero Drago aportaba
casi 20 votos y eso podía definir la elección, casi el 10% del total de votos
que se proyectaba sacaría la Franja. Peinamos curso por curso de la sede. De
ahí salían esos veinte votos. Fontes que me ofrece ser su “suplente” en esa
lista, pero cuando llegan los padrones yo no estaba incluido, por ende quedé
afuera. Me reemplazó Baños. Gran frustración, pero había que militarla igual. Primero
los llevamos a una charla “para ingresantes” a la que venían profesores
importantes de la carrera y unos cuantos barbudos representantes del Centro. A
la semana la elección. Uno por uno hacer que voten. Semana larga y posterior
llegada a la sede de la carrera (para mi era la primera vez que pisaba
Ayacucho). Antes de empezar el escrutinio, uno le pasa a otro un sobre cerrado:
“abrilo después que terminen de escrutar”. En una esquina una mesa de póker.
Cuatro estudiantes de las distintas agrupaciones que competían en la mesa, una
partida interminable hasta la madrugada. Largas horas de escrutinio para sólo 5
urnas, se hacía “doble sobre”. Mientras llega el rumor que se pudrió en
ingeniería y habían pisado a uno. El clima se enrarecía. Empiezan a salir los
resultados y se iba confirmando una tendencia, la Franja ganaba de nuevo. Al
final alguien abre el sobre y, como esos trucos de magia que anticipan un
resultado, las cifras que acusa son las que dan el resultado final. Un buen
punteo, sólo posible en esa carrera.
1989: Edificio de Marcelo T. El año empezó con todo.
Elección Nacional, Menem Presidente. Ese mismo mayo, Primer (y a la larga,
único) Congreso de Estudiantes de Ciencia Política. En San Juan. Un par de
vagones de tren cedidos para que viajen los estudiantes de las carreras de la
capital. Vagones de turista, claro. Viaje en tren: 20 horas a San Juan. En San
Juan alojamiento en unas barracas de 20 camas cada una. El baño dependiendo de
un termotanque de los chicos, para casi 200 porteños malcriados. Vino malo y
mucho. La fiesta final custodiados por la policía desde los altos de un
gimnasio de basquet. Al regreso la sorpresa, el que nos había conseguido los
trenes se convertía en ministro de economía. Los días se sucedían sin mucho
sentido. Una noche escuchamos la renuncia antes de entrar a una pizzería. A las
semanas lo miramos por TV con Mema y Pepo en la casa de Pablo, mientras
esperábamos que volviera de Chascomús. Las vacaciones en Olavarría. Como diez
días que los padres de Andrés nos ceden la casa. Mientras “los grandes” cerrar
la lista y elaborar mil posibles alianzas para no perder o tener una derrota
decorosa en esa facultad creada para que gane la izquierda o el peronismo. Los
grandes son Guillermo, Luciano, el Corto, que se reúnen secretamente para
rosquear. En paralelo, negociaciones en los cinco centros para elucubrar la
ingeniería electoral. En esa nos va mal, manejamos solo un centro (el de CP) y
medio (el de RRTT por la alianza peronista-radical de la Azul y Blanca). Elección
tradicional, con boleta larga, nada de representante por carrera (en esa
podíamos meter tres y equilibrar la comisión directiva). Arrancamos con un
documento sobre concursos que armó flor de quilombo. Nos putearon todos, más
los amigos. Los fines de semana a pegar carteles. En septiembre festejar la
semana de la primavera. Repartir Cinco y claveles, elección de la reina de la
facultad (competencia cabeza a cabeza entre una politóloga y una futura famosa
de comunicación, ganó la de CP, por cierto muy fea). Varias sesiones
continuadas de 9 semasn y 1/2 en la puerta de la facultad. Hasta los no
docentes se prendían. Alianzas cambiantes del lado de enfrente para ver quien
nos gana. En realidad, el objetivo es que no metamos ni la minoría. El “Pampi”
por un lado, pone toda la carne al asador, hasta inventa una radio. El FUNAP
junta menemistas confesos y conversos con los resabios de la JUI. La lista que
cierra con heridos. Una reunión en Plaza Hussey sábado a la tarde para putear.
Igual el lunes a primera hora levantarse y pasar la semana (si, pasar) en la
facultad. Cuidando urnas a la noche o durmiendo en un departamento abandonado o
en el hotel enfrente. La cosa es llegar a las 9 a abrir las mesas. El viernes
que no llegaba más. Repartir las mesas para fiscalizar y escrutar. El Ruso que
sugiere-ordena: “Estas son las planillas, pueden ir jugando al truco para
marcar los votos”. Me toca Consejo Directivo. Avalancha de votos. No docente de
apellido con alcurnia de sociales que dice “¿vas asumiendo que ganan?”, más
deseo que pregunta. El primer festejo en los pasillos, de ahí al local de
Delich, a la vuelta donde están todos refugiados. Una de las chicas que llora
“nunca había ganado una elección”. A festejar (a medias) a Di Pappo y ahora a
gozar el llanto (triste) de ex dirigente monto en otra mesa (hay que
entenderlo, la mezcla de menemistas confesos y conversos no consiguió la minoría).
Ahora a aguantar el escrutinio de centro. Interminable. Hasta el sábado a las 5
de la tarde. Meterse de nuevo en la facultad. Poder bajar gracias a que el
Casca negocia con el PC una salida acordada “de a dos”. 64 votos marcan la
diferencia.
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