miércoles, 3 de julio de 2013

El Colegio

Corría el año 1976. Parecía que por fin mi mamá iba a llegar a término con su embarazo (antes había perdido tres) y tendría un hermano/a (entonces no se conocían o eran muy caras las ecografías). Era una buena noticia, pero había que reestructurar la vida cotidiana. En sintesis, no trabajaría más en la parada de diarios con mi papá y yo dejaría la escuela municipal a la que había concurrido en jardín y hasta segundo grado, la French y Berutti del barrio de Retiro (por entonces un centenario edificio que al año siguiente se iba a demoler para construir uno nuevo, hoy es el primero que ostenta terraza ecológica en la Ciudad de Buenos Aires). En ese colegio tenía que despedirme de mis compañeros, muchos de ellos vivían en alguna villa del barrio y otros eran hijos de diplomáticos que trabajaban en Cancillería o de empresarios que vivían en el Sheraton (para los más jóvenes, vale aclarar que lo de la inclusión educativa lo empezó Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX).
El cambio implicaba buscar una escuela por el barrio. Claro que el barrio no estaba situado en la Capital, sino en el Conurbano, más precisamente en el Partido de Gral. San Martín, "del otro lado de la ruta 8, a tres cuadras de la papelera donde trabaja el Ancho Peucelle". Los planes educativos eran distintos, muy distintos. Para poner un ejemplo, el Manual del Alumno Kapeluz para Capital tenía más de mil páginas, el mismo, pero Bonaerense, poco menos de 600. Sólo un cologio por distrito en la provincia dependía de Nación. El "Normal". En el caso de San Martín ostentaba el largo nombre de Escuela Normal Superior Mixto Estados Unidos de América de San Martín. Pero había un inconveniente, las vacantes. Me preparé todo el verano del 77 en la quinta de Derqui. El día del examen tenía que rendir Lengua y Matemática. Estaba muy nervioso, toda vez que para cinco vacantes se presentaban seis chicos. Uno quedaba afuera. No había posibilidad de error. No había otro colegio al que ir. Un privado era impensado (el plan de estudios era igual para todos los colegios de provincia y, además de que nos era imposible pagarlo, mis padres querían que estudiara en una escuela pública, la misma que ellos no habían podido terminar).
Rendí. Rendí bien. Incluso me hice amigo de uno de los chicos, un tal Fabián García que vivía frente al liceo militar. Ah, uno de los chicos que rindió, el sexto, quedó afuera. Nadie se rasgó las vestiduras por el trauma que se le pudiese haber generado. A la larga, no creo que se haya convertido en un asesino serial ni mucho menos.
Y así empecé mi derrotero por el "Normal", el Colegio (permítanme los lectores que fueron al Nacional Buenos Aires robarles la adjetivación). Tercero y cuarto grado fueron sin sobresaltos. Incluso en cuarto, 1978, nos tocó festejar el mundial. El problema vino en quinto. A fines de febrero, veraneando en Brasil, se enfermó mi tía preferida, la que me compraba libros y me iba a enseñar inglés, la única que había terminado el colegio, la que estudiaba árabe y se codeaba con Elsa Serrano, la que había creado una Boutique para la alta sociedad en La Lucila, la que me compraba la torta de mousse en "La Europea", a la vuelta de la estación. En siete días, la leucemia se la llevó. La habían internado en el Lanary (un hospital de la UBA, donde trabajaba mi tío en el área de prensa). Ella nunca se enteró que se moría, por entonces no se contaban esas cosas. Hacía tan solo ocho meses había muerto mi abuelo y no podíamos dejar sola a mi abuela, así que mi mamá decidió que todos nos mudábamos a la casa de Campillo... en Villa Urquiza.
¿Qué hacer con la escuela? Volver a cambiarme era una opción. Pero resulta que la única escuela estatal cerca de la casa de mi abuela, era "mala", iban los repetidores... Aclarando la cosa, la escuela de capital no era tan buena como la que yo iba en la provincia. La decisión fue sencilla, iba a seguir en la EE.UU., viajando todos los mediodías hasta San Martín y volviendo todas las tardes noches. Si, con once años de edad. Si, sólo. Pero agregando dos días por semana de inglés en la Cultural Inglesa... de San Martín. Delantal blanco, valija en mano, todos los días de ida por Andonaegui, pasar por la puerta de la escuela a la que iban mis amigos del barrio, verlos salir, y yo seguir hasta Av. de Los Incas para tomar el 87. Media hora de viaje. Bajar pasando la plaza y arrancar la jornada. Quinto, sexto y séptimo. En séptimo casi me llevo una materia, música...
El momento tan importante de la graduación había llegado. Empezaba a despedirme de la primaria y correspondía elegir escuela. De nuevo la encrucijada. Los colegios públicos de Urquiza eran malos. De Belgrano también. En Parque Chas (donde estábamos por mudarnos) no había. Por otra parte, si seguía en el Normal, además de estar muchos de mis ex-compañeros de primaria no tenía que dar examen de ingreso. Para los que querían ingresar a la secundaria del EE.UU. y venían de afuera habría unas 400 vacantes, parecen muchas, pero se presentaban más de 1000 pibes a rendir. De toda la zona oeste de la Provincia y de muchos barrios de la capital. La decisión fue fácil, y además correcta. Iba a volver a viajar todos los días a San Martín, ahora a la mañana. Pero ahora no lo haría sólo. A dos cuadras de casa subía en el bondi Francisco y su hermana, un par de paradas después, Alejandro, mas adelante (peleando con las minas de una escuela de monjas que se le colaban) Pablo Bardelli. En Av. San Martín, Sergio Martínez y Erika. Casi en General Paz, cuando el viejo no lo llevaba en el Citroen, Pablo, el hijo del profe de historia, Debora venía en el 170 desde Villa del Parque. Y así de inumerables barrios de la capital. Mis mejores amigos, los que siguieron conmigo hasta ahora, son los que iban a San Martín desde la capital, de otra forma no los hubiese conocido.
Iban/ibamos a un Colegio de puta madre. Inclusivo sin declamarlo. Un Colegio que refugiaba docentes perseguidos por la dictadura. Donde la Directora no tenía problemas de conciencia porque la acusaban de colaboracionista, porque ella sabía muy bien que le estaba salvando la vida a muchos. Donde se enseñaban valores y se formaba a los futuros universitarios. Donde festejamos la invasión de Malvinas y nos quedamos chupando un clavo oxidado con el bofetazo que nos dieron en junio del 82. Donde el profe Segura se adelantó al uso de "las nuevas tecnologías en el aula" y nos pasó grabado el primer programa de Cosmos. Donde la Porota quería que germináramos el poroto. Donde me fue mal en un examen de geografía (intenté ubicar las montañas Rocallosas en un mapa ciego en Europa) y sudé a mares en diciembre para rendirla con la terrible Prokerz. Donde muchos de mis compañeros de primero quedaron en el camino, repitieron con más de dos materias libres (y tampoco, que yo sepa, se convirtieron en asesinos seriales). Donde me pusieron amonestaciones por entrar corriendo a la escuela (cinco). Donde el prof. Cansanello nos enseñó a leer la historia sin necesidad de un manual de cabecera. Donde Bonifacini (de matemáticas) nos mandaba a leer autores revisionistas (los de verdad, no las chantadas de ahora) y nos hablaba de sexo cuando a las chicas las mandaban a ver el documental de Johnson & Johnson. Donde en la hora de Biología usábamos un laboratorio que ocupaba todo un ala del tercer piso, con canillas y mecheros a gas que utilizábamos prudentemente. Donde la mitad de los cursos teníamos latín. Donde la Profe. Suller, para no aburrirnos leyendo "El lazarillo de Tormes" o "El Quijote" lo contaba ella, para además dejar salir su faz actoral (justo ella que nos contaba que una vez en Italia la habían confundido con Sofía Loren). Donde la Profe. de Física (creo que Fariña) llevaba a todos los cuartos años a ver la obra "Galileo" al San Martín, con Walter Santana (para los más chicos, el papá real de la Polaca, de "Solamente vos"). Un Colegio en el que formamos un centro de estudiantes, hicimos sentadas y juntábamos cosas para mandar a una escuela en La Rioja. A donde vino Menem a agradecer cuando era un gobernador peronista alfonsinista y se llevó a la provincia a los chicos de quinto para hacer tarea solidaria. Un colegio donde festejamos el regreso de la Democracia y el Mundial 86. En el que competíamos seguido en Feliz Domingo porque uno de los jurados del programa era profe. de matemáticas. Un Colegio donde la Profe Osorio, en quinto, en Lógica nos preparó para dar Conocimiento Científico del CBC por UBA XXI. Un colegio que no necesitaba decir que "incluía" porque en realidad incluía sin decirlo. El ámbito (primario y secundario) donde conocí a Pablo y Hugo (médicos), Fabián (manager de giras artísticas), Diego (Director de programación de un importante grupo de radios), Andrés (arquitecto y profesor concursado de la UBA), Silvia, Milva y Laura (Psicólogas), Gabriela (diseñadora de moda), Anabella (empresaria turística), Grachu y Valeria (Maestras), Anibal y Sebastián (Bancarios), Silvio (decorador), Roy (Comerciante), Laura (Dra. en Ciencia Política), Pablo (uno de los productores más importantes de la TV actual), Marimé y Francisco (Odontóloga/o), Verónica (Profesora de Francés), Alejandra, con "solo lo que aprendí de inglés con Puyol", enseña español en Minessotta, Laura (maneja la imprenta de la familia), Erika (radióloga en USA), Marcela (Lic. en Filosofía), Claudio, Claudia y Mónica (abogados), Silvia (Diseñadora) y Silvia (Médica), Gloria (Fiscal de San Martín), Pablo (arqueologo por vocación y gran fotógrafo amateur) y a tantos otros tipos de bien. Creo, sin temor a equivocarme, que casi ninguno era hijo de profesionales. Creo, sin temor a equivocarme, que todos veníamos de distintos estamentos sociales y culturales. Y, saben algo, nos integramos sin ningún problema. Y si nos ponían una mala nota o una amonestación, protestábamos, puteábamos y nos la comíamos. Muchos de mis mejores amigos daban todas las materias a fin de año sin chistar, porque se las llevaban todas. Sin chistar, todo diciembre en el cole. Y las rendían, porque había buenos docentes. Seguramente ahora me van a decir que la escuela no integraba porque si repetías te ibas. Y, si, ese era el costo. O que no integraba a las embarazadas. Mentira, el embarazo adolescente (que exustía, aunque no tengo estadísticas para mostrar) se encaraba en la escuela. Patricia compartió cuarto y quinto año con nosotros después de dar a luz a una nena  en tercer y tomarse un año para criarla. Siempre me acuerdo que, como madre soltera, traía a su hija al día de la primavera.

El día que tuvimos el acto de graduación (era diciembre, el mismo día que River ganó la Intercontinental), el Prof. Alfredo Bravo, en su condición de ex alumno y en ese momento Sec. de Educación, nos vino a entregar el diploma.
Volví años despues, en el 94, yo trabajaba para una editorial multinacional y teníamos que promover libros de texto. Ya el Colegio no era el mismo. Volví en el 2001, un sábado a la tarde que no tenía mucho que hacer. Un cartel decía: Hay vacantes. Y empecé a volver, de a poco, en el 2011 cuando nos convocaron por el próximo Centenario del Colegio (en 2015). Una vez por mes, casi todos los meses. Incluso el día que se cumplieron mis 25 años de graduado, llevé a mi familia: Paula (con Felipe en la panza) y Carla. Junto con Carla y otros compañeros fuimos a la bandera a cantar "Aurora". Algunos recorrieron las aulas. Otros, los menos, pasaron factura. Las aulas ya no eran las de entonces, no podíamos creer como entraban 60 alumnos por curso (la cara de Soldán cuando ganamos el viaje a Bariloche y le dijimos que éramos 61 lo refleja todo). Las paredes se venían abajo. Las estufas (que nunca habían funcionado) estaban desguasadas. De las barandas ya vencidas un par de años antes había caído una alumna.
Desde 1994 soy docente universitario en el CBC, en estos casi veinte años vi como fue decayendo el nivel educativo de los chicos que llegan a la Universidad (desde las escuelas públicas y privadas). Y con ello decae también nuestro nivel de exigencia. Somos todos responsables de esta situación.
Hoy, literalmente, me duele el estado de mi Colegio, donde, entre otras cosas, hice mis primeros palates en política. Soy Lic. en Ciencia Política y Editor de Libros. Fui Consejero Superior de la UBA y vice presidente de la FUBA. Marché contra las políticas educativas del menemismo, las que defendían quienes en los útlimos diez años tuvieron la responsabilidad de las actuales políticas educativas. Transité (por cuestiones políticas o laborales) casi todas las aulas universitarias del país. Trabajé en la editorial más importante de habla inglesa (Pearson) y en la más importante de español (Planeta). Todo, todo lo que hice o soy fue gracias a mi Colegio. Lo poco o mucho que logré en términos económicos en estos 45 años no fue por mis padres, clase media baja, pequeños comerciantes independientes, lo único que pudieron hacer fue entregarme al sistema educativo público. Y el sistema educativo público de entonces, no falló. Ahora si está fallando.

6 comentarios:

  1. El Profe Bravo, tengo entendido, estudio en el Normal de Avellaneda. De todos modos, un honor que estuviera en el acto.
    Sandra Garcia

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    1. Sandra, en Face, compañeras del Prof. Bravo confirman que fue a nuestro colegio, incluso asistió a las Bodas de Oro de su generación. Gracias por tu comentario.

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  2. QUE LINDO LO QUE ESCRIBISTE. TE COMISTE LA PALABRA NACIONAL EN EL NOMBRE DEL COLE, NADA UN DETALLE SALUDOS

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  3. Me hiciste emocionar.
    El maestro Bravo también nos acompañó en una charla sobre el sistema educativo, en los comienzos del centro de estudiantes. ¿Te acordás de nuestras tardes tomando el tren y caminando por la avda. Córdoba hasta el ministerio de educación para convocarlo ?
    Si, la profesora era Aída Fariña.
    Gracias Esteban.
    Miriam

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  4. Gracias Esteban, me hiciste emocionar.
    Si, la profesora era Aída Fariña.
    El maestro Bravo también nos acompañó dando una charla acerca del sistema educativo, en los comienzos del centro de estudiantes.¿Te acordás de las tardes tomando el tren hasta Retiro y caminando por la avda. Córdoba para llegar al ministerio de educación y convocarlo ?
    Gracias otra vez (seguí escribiendo, me llena el alma)
    Miriam

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  5. Hola! Viví en San Martín desde que nací, y concurrí a la normal desde el jardín de infantes con la Srita. Josefina, en el turno mañana.
    Comparto y recuerdo la totalidad de los hechos que relatás y conocí a muchas de las personas que nombrás.
    También soy docente, y al igual que vos siento que estamos fallando, no puedo llegar a desempeñarme como lo hacían nuestros docentes.
    Estoy dispuesta (de hecho lo hago) a trabajar para cambiar esta realidad, e invito a quienes también crean que es posible ayudar a los jóvenes a desarrollarse profesionalmente, y buscar un futuro mejor, hagan ecos de las palabras del autor del artículo y se sumen al proyecto cada uno desde su lugar, con responsabilidad y amor.

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