martes, 26 de agosto de 2014

"Santiago Querido"



Corría el año 2002 y las cosas estaban dadas vuelta. Desde hacía unos meses me dedicaba a esperar que surgiera alguna oferta de trabajo. Pero, como todos recordamos, la cosa estaba difícil.
El partido, desmovilizado y patas para arriba. Pero la JR, con nueva conducción, decide llevar adelante cursos de formación política en el interior. Por interpósita persona, presentamos un proyecto y a esperar. Claro, la cosa era ad honorem para algunos. En este caso, yo.
El destino asignado presentaba un desafío. Santiago del Estero. Ciudad que no conocía y a la que por mi falta de interés en volar, llegaría por micro. Al llegar a la terminal, obviamente un compañero, como corresponde en este tipo de casos, estaba esperando allí. Llegué por la mañana y entendía que el curso de “Historia Argentina” que daría comenzaba después del mediodía. Iluso de mí, no tuve en cuenta la sagrada siesta santiagueña. La cosa se empezaba a postergar y me olía raro. Mi cabeza trataba de comprimir aún más lo que tenía preparado.
Aproveche y dormí yo también la siesta en el hotelucho frente  a la terminal que me habían asignado los compañeros de la JR Nacional. La cosa se dilataba porque tenían que llegar aún el Presidente y la Secretaria General que, obviamente paraban en un hotel más copado del centro. No me importó mucho.
La cosa empezaba a moverse, me avisan que a las siete, aproximadamente, comenzaba la conferencia de prensa. No entendí muy bien, creí que era La Conferencia. No, me aclararon, como venía “un profesor de Buenos Aires (es decir, yo), convocaron a una conferencia de prensa”, de la cual sería protagonista. Al día siguiente los diarios locales se hacían eco, con foto y todo, de la llegada de este profesor. Pero el curso no comenzaba. Comenzaría recién despúes del mediodía del sábado y no duró más de tres horas. Casi que un resumen Leruh de historia argentina. Como nota de color, queda como anécdota.
Pero esta historia es la escuza para contar lo que realmente me quedó de ese viaje. El gobernador de entonces, y casi de siempre hasta ese momento, había convocado elecciones anticipadas para revalidar su título de dueño de la provincia y de todo lo que se movía en ella. El intendente capitalino era de la oposición, es decir radical, y convivían en un esquema basado en quien era el que más puestos laborales públicos repartía.
La preocupación principal de los muchachos de la JR era, lógicamene, el adelanto electoral. Incluso uno de los chicos que me había acompañado desde el primer momento, estaba viendo como iba a pedir licencia en el trabajo (obviamente estatal), para participar de la campaña. Su preocupación derivaba del hecho que meses atrás había tenido que pedir una licencia de varias semanas para la campaña del 2001, en la que literalmente les habían hecho precio.
La segunda preocupación era que con dos campañas tan cerca no podían juntar plata para comprar “los chorizos”. Pregunté, curioso, para que “chorizos”. Para dar de comer a la gente el día de las elecciones. Insistí con mis preguntas (había resultado curioso el “profe de Buenos Aires”). Me desasnaron: “Los peronistas juntan a la gente en las unidades básicas y les dan de comer, después los llevan a votar y así sacan el 80% de los votos”. Una combinación perfecta de choripán y empleo público que reemplazaba las zapatillas que el año anterior había repartido peluca Ruckauf en Buenos Aires con su firma. Clientelismo básico que no debía sorprenderme.
Lo que me sorprendió, y se los comenté, es por qué no hacían algo distinto. Por ejemplo, ese esfuerzo que ponían en comprar los chorizos, desviarlo para fiscalizar con más fuerza, incluso trayendo militantes de otras provincias. La respuesta no me dio margen para seguir proponiendo: “Porque hay que hacerlo”, aunque ellos siguiesen sacando el 80% y el radicalismo algo más del 15%. Así, más o menos fueron los resultados que consagraron a la mujer del gobernador como gobernadora ese año. Juárez al poco tiempo sería el primer caudillo peronista en apoyar la candidatura de Kirchner.
Pero en el camino pasó lo imprevisto. Un crimen que involucraba a los hijos del poder provincial, como en Catamarca, intervención y nuevas elecciones. La taba se dio vuelta y quien era intendente de la capital se convirtió en Gobernador.
Uno pensaría que las cosas cambiaron. Pero no. El reparto de choripanes siguió igual, solo que cambió el parrillero. La proporción es la misma que antes. Pero al revés. Hasta la esposa del gobernador es gobernadora. Evidentemente la respuesta que me dieron en su momento, “porque hay que hacerlo” era correcta. Resignadamente correcta.

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