sábado, 29 de marzo de 2014

El Massaso

Massa me parece un tipo de cuarta. Un arribista que le va a hacer mucho daño al sistema político. Más ambicioso que Menem, reúne lo peor de cada casa (entendiendo cada casa por los partidos que integran el sistema político argentino).

Dicho esto, si lo que busca el kirchenerismo es destruirlo a partir de hacerlo responsable por los "linchamientos sociales" que se están produciendo de manera "espontánea" (hace minutos uno empezó en la puerta de mi casa y terminó a dos cuadras) están, por un lado equivocándose porque lo van a potenciar y, por el otro, es el último de un largo listado de desaguisados que genera el kirchnerismo en pos de destruir el sistema político y social que, incluso, había sobrevivido a De La Rúa.

Si la gente (si la gente, esa que tanto desprecia el progresismo vernáculo) reacciona de esa manera es porque la respuesta a sus problemas que ven en el Leviathan es una señora maquillada (con varios centimetros de maquillaje berreta) que desde la cadena nacional, en medio de la novela favorita de la tarde (el último recurso elegido para lograr más raiting), habla de alfajores. Si, de alfajores.

La gente tiene derecho en sentir vacío. Pero eso no la exonera de la responsabilidad de, todavía, ser una sociedad integrada.

Ayer, en el colectivo, escuché a dos personas (miembros del partido "que barbaridad" diría un progre culposo) decir: "hay que fusilarla". Nadie, pero nadie, se dignó a mirarlos mal. Naturalización total de asociarla a la figura de Isabel. Esa figura a la que tanto quisieron ocultar y diferenciarse. Y por la que la actual presidente tanto hace para parecerse.

Tomamos como natural su último esgince, y no nos parece descabellado que fuese (según el rumor) porque se cayó de un zapato que estaba probando en la habítación del hotel en Italia (no sea cosa que algún paparazzi de esos que abundan en Italia, donde se inventaron) la escrache entrando a Dolce y Gabana o alguna otra tienda de Roma.

La falta de coherencia en llamar las cosas por su nombre (devaluación, ajuste, pauperización de amplios sectores sociales, destrucción del sistema educativo, etc.) hace que cualquier cosa que diga o haga consolide la sensación social de que la Sra. perdió el rumbo.

Solo les queda vengarse de Massa porque los primereó con el legado. ¿Cuál es el legado? Sospecho que el ordenamiendo de los códigos civiles y penales. Así como Alfonsín y Menem legaron la reforma constitucional del 94 (si, la vigente, dejemos hablar de pacto, los dos últimos caudillos dejaron ese legado), la Sra. quería legar a la sociedad un nuevo código civil y un nuevo código penal (o su reforma) y Massa, con solo un poco de picardía (no le pidamos más), se los echó al garete (mientras los partidos de oposición aprovecharon para desmarcarse de figuras descartables).

El costo de esta "venganza", temo, será alto. Y, otra vez, el peronismo hará el salto del tigre para caer parado.

domingo, 23 de marzo de 2014

La Srita. Angelita y la Srita. S.

Entre 1973 y 1976 fuí a la escuela de educación primaria French y Berutti, detrás de Cancillería. En la intersección de Basabilbaso y Juncal. En los dos primeros años fui al jardín y en los otros dos, primero y segundo (lo que algunos todavía por esa época llamaban primero inferior y primero superior).

En primero tuve a la Srita. Angelita. Una señora entrada en años (o al menos para los que teníamos seis nos parecía una persona grande, acentuado por las canas que coquetamente llevaba). Angelita nos enseñó a leer y escribir. A mitad de año recuerdo claramente una escursión donde, aburrido, desde el micro iba leyendo los carteles de la calle.

Promediando el año se incorporó un chico nuevo. Un chino (vamos a llamarlo Wang, porque no tengo el mínimo recuerdo de su nombre real). No era raro un chino, aunque la inmigración oriental a nuestro país no se había producido aun y los gallegos seguian controlando el mercado almacenil del barrio, en ese colegio un chino no era raro: al mismo, como ya conté concurrían los chicos de la villa de Retiro y los hijos de los diplomáticos que trabajaban en Cancillería, junto con otros hijos de empresarios que vivían en el Sheraton (en realidad el raro era yo, el único de clase media de toda la escuela). Un chino, a la postre hijo de la familia que venía a adminsitrar el "Primer Restaurant Chino de Buenos Aires", de la calle Viamonte, que proveía la comida para la embajada China, no era raro en ese colegio. Cumplía con las generales de la ley, es decir, un crisol de clases y nacionalidades tan común en la escuela pública de ese entonces.

Pero había un inconveniente, Wang no hablaba una sola palabra en español. No existía "maestra integradora", la responsabilidad de integrarlo caía en los compañeros y en la maestra (todos los recuerdos que tengo de mi paso por la escolarización me hacen pensar en cursos grandes, de entre 30 y 35 alumnos en primaria, de mas de 50 en secundaria). Por algún motivo, Wang me cayó bien (creo que fue por solidaridad, yo tenía un solo amigo, David García, curiosamente -o no- de nacionalidad española). Tal vez nos sentamos juntos. No lo se.

La Srita. Angelita se tomó la cuestión a pecho. Y de a poquito le enseñó a hablar en español. Y lo integró al resto del curso. Realmente el pibe no sabía decir nada. Angelita con paciencia lo sacó bueno, sinó el pibe no hubiese podido seguir en el colegio. Hubiese terminado cocinando en el Resto de los padres (que tenía su nivel, eh).

Al año siguiente, la Srita. Angelita se jubilaba y yo me pasaba de escuela (como conté en El Colegio). Mi vieja, medio chupamedias, invitó a Angelita a almorzar, para despedirnos y despedirla. Y fuimos a comer al Restaurant de los padres de Wang. Debe haber sido el mejor agasajo que nos hayan hecho alguna vez. Creo que nos trajeron unos treinta platos distintos. Me llevaron a recorrer la cocina y los salones reservados donde comía el embajador. Era claro que el agasajo era para la Srita. Angelita. Que había integrado a su hijo como uno más, sin poner ningun reparo a la tarea extra que le implicaba. Sin cansarse.

Obvio, no nos cobraron.

Después de ese día, nunca mas vi a Wang, ni a la Srita. Angelita. Siempre que paso por la puerta de ese restaurant los recuerdo a los dos. A Wang delante del escritorio de la maestra repitiendo la tarea que esta le daba, con esfuerzo. Con la Srita. Angelita durante muchos años nos mandábamos tarjetas de fin de año. Estoy seguro que fueron muchas tarjetas y que las guardo en algún lugar.

Pensé mucho en la Srita. Angelita en estos días. Por dos razones, una pública y otra personal.

La pública es la duda que tengo de si la Srita. hubiese hecho huelga estos días. Creo que no. Creo que no entraba entre sus opciones. Menos el primer día de clase.

La personal tiene que ver con la maestra de Felipe, la Srita. S.

El gordo es dificil, es muy chiquito y las propuestas que le hacen (como ya conté) no le hacen mucha gracia. Tirale una pelota y la va a esquivar (está claro que no va a ser Messi), tirale una revista con dibujos y letras y te la va a replicar y se va a quedar enganchado todo el día. Son prioridades. En cierto punto, un representante de los nativos digitales (cuando aun no tenía un año ya había hecho un par de selfies el mismo). Pero a la maestra no le cae bien (bah, creemos que yo, que estoy tres de los días de la semana en la adaptación, no le caigo bien). Ya deslizó que tal vez tuviésemos que esperar y no hacer sala de dos. Ir directo a la sala de tres el año próximo (y empezar de nuevo con adaptación, previa y quinielesca inscripción). La Srita. S. es una persona grande, todo aquello que no nos imaginamos que es una maestra jardinera. Es buena maestra, no me cabe dudas, pero no lo mira a Felipe (o al menos eso sentimos). Y apenas llegamos ya está tratando que nos vayamos. No nos conoce mucho. No sabe lo duro que somos (Felipe, Mamá y Papá).

Por eso me acordé esta semana de la Srita. Angelita.

martes, 18 de marzo de 2014

Integración. Semana 3 (o 2 y media...).

Lunes: Papis de sala violeta integrados haciendo barquitos de papel. Papi Esteban en sillita torturadora preparando clase de la noche. Sale la maestra para pedir por el papá de Felipe. Es decir, el papi no integrado y el nene no integrado. Chau clase. Hola mamis. Papi cree en un metodo piagetiano de integración: nada de papis en el aula. Los chicos en algún momento del día dejarán de llorar. La maestra no piensa lo mismo. Así que gana la maestra y papi juega con Coco (una especie de serpiente de tela muy larga para que los nenes se agarren de ella para ir aprendiendo a marchar juntos).

Martes: Le toca a mami. Hoy no hay barquitos de papel sinó corbatas de papel. Pero mami directo al aula. A jugar con Feli y evitar que el resto de los nenes se arranquen un brazo (si, mami no solo sufre por Feli sino también por el resto de los desquiciaditos del aula). Hoy toca charla con la maestra. Vamos a descubrir que a Feli le gustan las revistas y los diarios (que novedad, hace lo mismo que mami y papi). Vamos a ratificar que es caprichoso (me lo dijo al segundo de nacer la señora que lo baño al momento que el pibe berreaba agarrado a los cables de la sala de posparto: "Este nene quiere un chupete y lo quiere AHORA"). Y vamos a descubrir que Feli es igual a papi: Si algo no le interesa no le da bola. En fin, un clonsito.

Parece que nos bocharon a Papi y Feli. Seguimos con integración, al menos hasta el infinito y mas allá.

martes, 11 de marzo de 2014

Integración. Día 3.

De nuevo nos esperaron las sillas. Esta vez nos separaron para las actividades. Nenes por un lado. Papis por el otro. Nenes encerrados en el aula. Papis departiendo sentados en las sillitas, mientras armábamos unos lindos cajas-ladrillos.
Feli lloró un par de veces. Pero no porque papis lo habían abandonado, sinó porque no quería estar solamente en la sala. Todo el jardín es su territorio. Es un alma libre y mepa que le gustan más las nenas de la sala fuccia, no de la violeta (la suya). No dio mucha bola a las consignas. Pero tampoco los otros pibes, sobre todo los más chiquitos. Pero cuando llegó a casa fue a buscar entre sus juguetes la pelota. Esa a la que no le daba bola.
Mañana, miércoles, la integración (o adaptación, pero el primer post me equivoqué y ya quedó así), la hace solo papá. Flor de desafío. Por suerte hoy no vino ningun papi copado. Pero temo que en cualquier momento contraataquen.

El Colegio II

El Colegio se hunde. Literalmente. No es una metáfora. Una de sus alas está hundida. Comenzó a hundirse a fines de la década del noventa. Como si fuera estructuralmente parte de el proceso iniciado en aquellos años y que se continuara en esta década supuestamente ganada. El día que se hundía, estallaron los mármoles del laboratorio del tercer piso. Ese que era modélico. Eso provoca también que los ladrillos vidriados de la columna del ascensor vayan cayendo. De ahí la media sombra que los cubre y que vemos en algunas fotos que suben a los distintos portales.
Me cuesta tomar posición. Más allá de la huelga docente de la que participan muchos amigos, estos días no hay clases porque no se terminaron las obras prometidas por el gobernador "Aire y Sol". Las autoridades, entiendo que con buen tino, no permiten que se dicte en esas condiciones.
En general no soy partidario ni de las tomas, ni de las huelgas. Y estas son algunas reflexiones a título personal que no involucran, ni tienen porque involucrar, a mis compañeros de la comisión de ex-alumnos.
No se que se podría hacer. O tal vez si. Tengo alguna idea pero por el momento quiero desarrollarla más.
Creo si (y de nuevo aclaro que es una opinión personal) que parte de la responsabilidad es de la comunidad educativa, no solo de las autoridades provinciales.
Pregunto también ¿tiene sentido seguir reparando algo que se hunde? No soy arquitecto, me gustaría que algún profesional opine al respecto.
Insisto con mi teoría, la clase media abondonó la educación publica, por acción o por omisión. El peronismo, en sus distintas vertientes, lo logró. Va a ser muy dificil, en estas condiciones, lograr otro proceso de integración. La integación debe incluir a las clases altas y medias. Estudie en dos escuelas públicas donde eso se producía. Me parece que llegó la hora de que los craneos de la educación piensen al revés, no tanto como atraer a los sectores mas desprotejidos a la escuela pública, sino como atraer a los sectores que desertaron de la misma. Y entiendo que para eso, sin ser especialista, se necesita que los planteles docentes eleven un poco sus niveles de exigencia pedagógica.

lunes, 10 de marzo de 2014

Integración. Día 2.

Lunes, llegamos a la hora señalada (maso las 9.15...). Y ahí estaban, las temibles sillas enanas. Las peores enemigas de los padres "adultos no progres". Por suerte solo estaban como amenaza.

Creo que algo bien hicimos en Día 1, porque los chicos de sala Violeta (no así los de sala fuccia, parece que hicieron mal la actividad del viernes pasado) pasamos al aula. Los otros, a seguir participando o esperar el aula conteiner. Nosotros pasamos de patio a sala.

La tarea hoy consistía en hacer bollos con un papel de diario y hacerlos pasar por una sábana con agujeros. El detalle es que Felipe lee los diarios. Es decir, no los hace un bollo, sino que se detiene a obsarvar las letras y las figuras, con lo cual no fue muy activo que digamos.

Después vinieron las pelotas de verdad. Esas había que meterlas en un cesto similar al que tenemos en casa. Ahí no hubo mayores problemas, al estribillo de "a guardar, a guardar..." entendimos todos la consigna.

Parece que era la clase de Educación Física, porque nos presentaron a la señorita Vero. Feli fue raudo a saludarla y lo primero que hizo fue constatar la consistencia de su anatomía.

Rápidamente transcurrió el segundo día (o la segunda hora). Parece que seguimos haciendo bien la tarea, porque mañana nos tocan dos horas de juegos y saltos en la salita violeta. Aunque los papis tenemos una actividad aparte. Algo con una caja de zapatos. Tememos que nos hagan sentar en las sillas, porque es en ese sector...

PD: Detectamos dos padres progres (!!!!!). Uno leyendo El Argentino, sentado en el suelo antes de entrar. El otro se comió el primer reto de la seño: En la sala no se toma mate (Justicia poética). Estuvo en penitencia todo el día.

viernes, 7 de marzo de 2014

Integración. Día 1.

Hace unos siete años iniciamos el camino sistemático de la formación de Carla. No tuvimos mayores problemas. El primer día de sala de tres hubo que sacarla a rastras de la salita. Quería quedarse. La primer semana fue sin sobresaltos. A la semana siguiente una compañera la paró en seco, le saco el vaso de agua y a partir de alli peregrinamos todo ese año en el desierto. Pero al final lo logramos. El sistema educativo la había integrado. Y a nosotros, sus papis....

El paso de los años nos hizo pensar que no ibamos a volver a pasar por dicha experiencia. Pero extrañábamos tanto el sentarnos en esas hermosas y cómodas sillas petisas que decidimos tener otro hijo. Y así llegó Felipe.

Felipe aun no cumplió dos años, pero como somos padres responsables, después de atravesar el maravilloso sistema de inscripción on line, hablar varias veces por teléfono con el ministro (pensamos que eramos privilegiados porque nos atendía por teléfono, pero después descubrimos que el muy promiscuo le daba el fono a casi todos, parece que tenía muchos incendios que apagar mi tocayo), hace tan solo una semana nos confirmaron la vacante en el mismo colegio en el que carla hizo todo el Jardín. Allí nos encontramos con algunas maestras que conocían a Carla y no tenían la menor idea de que tenía un nuevo hermano. Pobres, esperan encontrarse en algún momento con un digno hermano de ella. Pero parece que el ADN falló. Carla entró al jardín con tres años escribiendo y leyendo. Una de sus maestras la usaba como caso de estudio para uno de los talleres por puntaje que estaba haciendo. Felipe es distinto. No sabemos si lee (hojea las revistas y mira cada letra y las contornea como si fuera Einstein o, al menos, Steve Jobs creando una nueva fuente para la MAC) o si nos está tomando a todos el pelo.

Hoy iniciamos la integración, junto a otros 43 chicos de dos años..., sus respectivos padres y cuatro maestras. Allí estábamos. Por ahora no hay sillas, todos al piso..., cantando y aplaudiendo. Bueno, todos no. Los chicos deambulan por el patio sin darle mucha bola a nadie.

Tuvimos una actividad. No la entendí muy bien, aunque me parece que nos están enseñando a hacer una molotov (los maestros ya no saben como protestar...): Tomese una botellita de plástico de medio litro e inserte por su boca (de la botellita) una tira de papel crepe. Después, en su casa, llenela de agua y vea que se preduce. Así empezamos. Si reemplazamos la botellita descartable por una cindor de vidrio, una buena mecha de algodón y el agua por alcohol o vodka, en un par de años los pequeños trotskitos salen a tomar las calles...

Lo importante, entre los pocos que no lloraron estuvo Feli. Deambuló como todos, acosó a un par de nenas y, también, a algún padre.

Veremos que pasa el lunes. Con Integración día 2. Sospechamos que las muy ladinas de las maestras nos tienen preparada una sorpresa muy desagradable: En algún momento nos harán sentar nuevamente sobre esas pequeñas sillas de tortura.

lunes, 3 de marzo de 2014

Ana

Hay un momento en que cada uno de nosotros toma un determinado rumbo en la vida. Las circunstancias influyen de tal manera que todo lo que hagamos a partir de ahí, está condicionado por un hecho que lo marca para siempre.
En mi caso ese momento sucedió el 1 de marzo de 1979. Hace treinta y cinco años. Ese día, de madrugada, murió Ana, mi tía. Leucemia fulminante diagnosticada en Rio de Janeiro y traslado directo al Lanarí. En una semana se la llevo la enfermedad.
Tengo vagos recuerdos de esa semana, los de un chico de tan solo diez años que trata de leer los ocultamientos de la realidad en la vieja casa de mi abuela. Una realidad muy presente pero que había que ocultar, sobre todo, a Rafaela y a mi. Como en el cuento de Cortazar, La salud de los enfermos, el problema de como decir las cosas cuando sucedieran.
Esos recuerdos incluyen la comparación. "Mamá, la tía tiene algo pero que lo de Marta?" (en diciembre, otra tía había estado internada, como usualmente, ya que esta nos va a enterrar a todos nosotros). Al principio era un "no" tajante la respuesta. Con los días se fue haciendo cada vez más real el "Si". Era cuestión de ir preparandonos. Y no es cosa que en casa se le huyera a la muerte. Cada seis o siete meses, la parca se llevaba a alguno. Bromeábamos que teníamos un acuerdo con casa Lemba: "Che, corré el muerto de la sala A que están mandando uno los turcos". Eramos clientes, casi vip.
La cuestión era mi abuela, había perdido a su marido unos meses antes, y dos hijos apenas nacidos mellizos (en una época que se tenían muchos hijos porque no todos sobrevivían).
Hasta el último día se lo ocultaron. Hasta el último día cocino la comida para llevar a Ana, ya que una mujer de su estilo (el de Ana, una de las primeras impulsoras de las boutiques de alta costura en Argentina, donde se inició Elsa Serrano) no podía comer "esa comida de hospital". Yo la llevaba, por Campillo derecho, hasta la entrada del Lanari. Así, además, veía un rato a mi tía.
Mi tía. Probablemente la mujer más preparada de mi familia. De armas llevar. De chica, jugando al hokey en un partido bravo, para Comunicaciones, le partió el palo en la cabeza a un rival. El resultado: 99 años de suspensión.
La persona que me inició en la lectura. Estaba obsesionada con que leyera a Kipling. Raro, ella era una militante de la causa árabe y quería que leyera al principal autor colonialista inglés. Lo logró a medias, con una adaptación en historietas de El libro de la Selva.
Unos meses antes me había chantajeado. Si no le ponés ese nombre a tu hermana (no le gustaba el que había elegido), te regalo diez libros. Digamos que no me resistí mucho, pero mi viejo me cagó y le puso el primer nombre que habíamos elegido. Obviamente, jamás me compró esos libros. Era dura. Muy.
Nunca supo que se moría, en esos años las cosas eran así.
No fui al velorio, pero si unos días después al cementerio. Tengo en mi la imagen de mi abuela desgarrada llorando en una tumba todavía terrosa e hinchada.
Ese día cambió mi vida. Nos fuimos todos a vivir de Rafaela. No podíamos dejarla sola. Incluso mi tío, reciente viudo, se instaló en Campillo. A partir de ahí, todo lo que vino después está asociado a esa mudanza. Es como en el libro de Stephen King, 22/11/63. Hay un hecho que condiciona todo el resto de la vida de las personas. Si cambias ese hecho, todo va a cambiar.

Hace treinta y cinco años se repite el mismo ritual. A la mañana, comprar Clarin. Ojearlo y llegar a la página de obituarios. Corroborar el aviso (desde hace unos once años, justo encima de los recordatorios de Tito Lecture). A media mañana llamará Alba para preguntar "¿salió?".