miércoles, 24 de julio de 2013

Mundo Loco

Mundo loco es una sección del suplemento Turismo del diario Clarín. Allí, cada domingo, algún famoso cuenta una "divertida" anecdota de viaje. Siempre quise figurar en esa sección, pero no se si porque no soy famoso o porque no cuento anecdotas divertidas, nunca me convocaron (aunque los memoriosos pueden recordar que una vez salí en la página central del Gran diario Argentino como "canillita y diplomatico").

Hace un par de semanas que la marca Halls promociona un nuevo concurso para viajar 10 días a Europa. En el spot, dos pibes se enganchan con dos rubias en una estación de tren y, colgados ven como su tren parte del andén, con todas sus cosas dentro. Por más que corran, nunca lo alcanzan.

Bueno, eso me pasó a mi. Lo de correr al tren, lo de las chicas no. Viajábamos a Bariloche con Guille Gutiérrez, a quien se le había ocurrido hacer la experiencia semi mochilera: ir en tren pero parar en Hotel..., tres estrellas con tele en la habitación y desayuno americano..., en 1988. En el trayecto BUE-Bariloche, que duraba 36 horas, el quetrenquetren paraba en varias estaciones. Entre ellas un parador en Ing. Yacobachi, donde empalmaba la trochita que se bifurcaba a Esquel. Ese si era el trayecto que hacían los mochileros de verdad. No tuvimos mejor idea que ir a ver como era "la trochita", total el tren estaría mosomenos una hora en la estación. Pero no, salió a horario y nosotros abajo...., sin bolsos ni helicopteros para alcanzarlo. Acá es donde ese momento deja de ser divertido. El parador estaba en el medio de la nada.

¿Que hacer? Como avisarle al conductor que pare y nos espere? Claro, como no se me ocurrió, llamar por celular a alguien..., a no, no existen los celulares. Empezamos a buscar un ¡Taxi! que corra al tren..., es un parador en el medio de la nada..., no hay taxis y los remises todavía no se inventaron (Menem lo haría un par de años despues cuando cierre los ramales de trenes y todos esos felices ex-empleados públicos se dediquen al nuevo rubro). Un tipo se ofrece a perseguir en su Falcon o Torino o coche parecido, ya que conoce al motorman.... Nosotros compramos, que otras opciones teníamos. Esto que cuento es verdad, vieron el auto de los Dukes de Hazzard a campo traviesa? Bueno, así fuimos nosotros, pasamos por dos pueblos o pequeños caseríos en el medio del desierto patagónico. Casi 100 kms. Hasta que nos ponemos en paralelo al tren y empiezan los bosinazos. Y si, el tipo conocia la motorman, que terminó frenando el tren para que los dos nabos (nosotros) subiéramos. Nunca supimos como se llamaba el tipo del coche. Solo le pagamos la nafta. Pero nos llevó al tren, por nada, por solidario. Porque dos pibes necesitaban esa gauchada.

martes, 23 de julio de 2013

"¿No será mucho, Almirante?", "Faltará más, Brigadier"...

Hace unos meses acompañe a mi mujer a la Biblioteca Nacional a relevar diarios de los años de la Dictadura para un proyecto de investigación que está desarrollando. El procedimiento es complejo, ya que podés pedir un diario y un mes por vez, con lo cual se hace tedioso y largo. Para acelerar, al ir dos, pedíamos dos diarios a la vez. Ella, mucho más entenada, podía buscar la información que necesitaba en poco tiempo. Yo, fanático del chusmerío histórico, me detenía más de media hora con cada diario.

Dos cosas me llamaron poderosamente la atención. La primera, la falta de digitalización de los medios de nuestro país y la falta de meses completos, con lo que la investigación seria e histórica está bastante fregada hacia el futuro.

La segunda es la que me interesa destacar. Soy de los que creen que durante la Dictadura la política no estuvo abolida (esta afirmación no niega el genocidio ni el desmadre económico), sino que esta pasaba por otros carriles. Basicamente, la política se hacia dentro de la corporación militar. Y esto reflejado sin condicionantes por los medios de comuncación. Es decir, donde hoy se habla de la interna del PJ o de la UCR, en esos años se hablaba de las reuniones del generalato o de las declaraciones del almirante x o del brigadier z. Hasta acá nada nuevo si bien no recordaba esos diarios, los que siempre ojeaba aburrido cuando iba a trabajar a la parada de mi viejo. Una visión actual y rápida de los mismos me hizo refrescar la memoria.

La cuestión viene a cuento porque en los últimos días, el gobierno nos hizo un nuevo favor para refrescar la memoria histórica. Uno más que debemos agradecerle (permitaseme la ironía). Volvimos a poner en los titulares de los medios las internas políticas de las FFAA. Volvimos a reconocer los nombres de los generales o de los almirantes o de los brigadieres. A informarnos sobre los ascensos. A conocer que hay distintos grados en el escalafón y distintas ramas (Ingeniería, caballería, Inteligencia, etc.).

En los últimos años habíamos logrado (tal vez fue una política de estado que sin quererlo todos los gobiernos del 83 hasta ahora llevaron adelante) que no nos interesaran esos temas. Y eso estaba bueno.


lunes, 22 de julio de 2013

Vamos a la Ferifiesta



Me plagio a mi mismo, como Hitchcock, como Raymond Chandler. Está permitido.

También podría llamarse: "Me cago en el Che". Y está especialmente dedicado a los muchos comunistas amigos y de mi familia que durante la dictadura me querían convencer que Videla era bueno porque se peleaba con Pinochet que era malo y habíamatadoaVictorJaracortandolelasmanosprimero.

Corría el año 1984 y la democracia empezaba a consolidarse en estas costas del Atlántico. Las opciones de salir a la noche para un adolescente que promediaba la escuela secundaria eran muchas. Incluso teníamos programado un cumpleaños de quince, de esos en los que muchos entrábamos de colado. Pero a Pablo se le ocurrió que íbamos a pasarla mejor en la Ferifiesta, un festival que organizaba el Partido Comunista Argentino en el Parque Sarmiento.
Más que un festival, era una Kermese, con todo lo que ello implicaba. En un stand se podía practicar tiro al blanco contra la figura del diablo (Chávez dixit) de ese momento: Ronald Reagan, o se podían comprar empanadas para colaborar con la Brigada del Café que recogía la cosecha en la recientemente "liberada" Nicaragua, o escuchar a Leon Gieco en el escenario mayor, cuando todavía "Sólo le pido a Dios" no aburría, ni el monotributismo tardío tenía distintas tarifas para cobrar del estado.
Eran tiempos de primavera democrática, aun ni se había lanzado el Plan Austral, el PC venía de apoyar a Luder y a Herminio Iglesias en las elecciones que el PJ había perdido por primera vez en su hasta entonces corta pero tormentosa historia. Ese año, en uno de los pocos aciertos políticos de su larga historia, apoyarían a Alfonsín en el plebiscito por el Beagle.
El PC empezaba a descubrir al Che Guevara, como icono del marketing popular argentino (Es muy interesante para comprende mejor esta afirmación el libro de Sigal: "El día que maté a mi padre"). Patricio Etchegaray era por entonces un joven de treinta años al que como no lo aceptaban en el partido, modificaba el reglamento interno de la Fede para continuar al frente de esta hasta los 35 años. Todo muy democráticamente decidido en una "multitudinaria" asamblea en el gimnasio de Basquet del Parque Sarmiento.

Pablo era miembro de esa juventud, si bien no se había afiliado aún por ser menor, lo haría secretamente al poco tiempo el día de la marcha de la Conadep. Secretamente a espaldas de su mamá, ya que todo el resto de la familia era comunista. Era divertidos verlos como la familia Telerin, aceptando durante la dictadura muchas de las medidas que esta tomaba, pero criticando hasta el hartazgo cualquiera de las primeras medidas del gobierno de Alfonsín (porque así lo ordenaba el partido). Pocos años antes, fueron de los primeros en transitar las recientemente inauguradas autopistas de Cacciatore. Felices en el Taunus. Haciendo simpáticas bromas sobre Videla un día que las cloacas de la quinta presidencial de Olivos estaban tapadas. Así eran las felices familias comunistas, que ahora tenían toda la democracia para ellos para festejarle y disfrutarla. Aunque hoy las recuerde melancolicamente, no puedo dejar de asociar ese viejo juego del tiro al blanco con el más moderno "Escupí tu bronca" que simpáticos infantes pudieron disfrutar en las marchas del 24, gracias al aporte creativo de la organización "La poderosa". Un nuevo homenaje a la moto que llevó a ese médico mediocre a recorrer latinoamerica y cambiar la historia de varios países del contienente, con un jamás justificado río de sangre y muerte.

Tres elecciones



1987: La mesa de la Franja entrando a la izquierda, al lado de la misma puerta de vidrio que ahora. El ambiente es casi igual, adolescentes de 18 recién salidos de la escuela secundaria y algún que otro remanente de años anteriores. Holmbar cruzando la calle (aunque las zapatillas de jamón y queso ya no son lo que eran y el ambiente ya no es el que cobijo el debut de Los Vergara). Sección 16 pero los secundarios habían tenido que acordar una conducción conjunta: uno de la 16 y otro de la 7 (la sectima, para algunos, remarcando la c). Primer paro docente fuerte y yo, que había metido algunas materias por UBA XXI el año anterior, no encontraba mucho que hacer, perder el tiempo en Holmbar resultaba tedioso, sobre todo porque leer el menú con las frases de Los Vergara ya ni era gracioso. Ya en el primer cuatrimestre, sin grandes estridencias, había aprobado Ciencia Política (de docentes, Mariano Aguas y la Negra Boschi) y Sociología. A la mañana a trabajar a la parada, a la tarde a cursar (si había clases) y volver a Parque Chas. La verdad que lo último era lo que menos me seducía. Me acerque entonces a la mesa y pregunté por un documento (Si, en esa época los militantes leían y discutían documentos. Hasta los del UPAU). A la semana siguiente me lo traen. Me daba curiosidad eso de “La contradicción fundamental”, creo que hoy me haría gracia leer sus afirmaciones. Para ubicar en tiempo y espacio, todos éramos medio psicoboleches y alguno, incluso, había curtido un par de FeriFiestas en el Parque Sarmiento (si, estuve presente el día que la Fede elevó la edad de juventud hasta los 35 porque lo habían cagado en el partido a Echegaray).
A la semana, por la huelga, estaba militando (en una de las materias que cursaba -tenía tan extraño nombre que no recuerdo-, la mitad de la cátedra hacía paro y la otra no, unos eran geógrafos y los otros historiadores, nunca entendí muy bien de que iba y la terminé colgando). Los jueves reunión de frente, el resto de la semana en la mesa para encarar las elecciones. El primer bofetaso la elección de diputados, la de “Mejor Jesús”, una paliza en todo el país. Pero la línea que se bajó fue: “no importa, la capital la ganamos y nos fuimos igual a festejar a Quorum”. Se venían las elecciones de centro y la cosa venía complicada. Había aparecido con fuerza UPAU (presentaban lista hasta en la facultad de Filosofía) y se podía perder la FUBA. No se perdió, pero fue el año que se perdió Derecho y Arquitectura. La elección de Ciencia Política no era de las más fuertes pero si de las que nos interesaban a algunos de la agrupación, tres aspirantes a la carrera. Los grandes nos ceden un lugar en la lista, un puesto a “entrar”, el tercer vocal. Raro, porque las internas entre las distintas líneas de la escuelita eran feroces. Pero Drago aportaba casi 20 votos y eso podía definir la elección, casi el 10% del total de votos que se proyectaba sacaría la Franja. Peinamos curso por curso de la sede. De ahí salían esos veinte votos. Fontes que me ofrece ser su “suplente” en esa lista, pero cuando llegan los padrones yo no estaba incluido, por ende quedé afuera. Me reemplazó Baños. Gran frustración, pero había que militarla igual. Primero los llevamos a una charla “para ingresantes” a la que venían profesores importantes de la carrera y unos cuantos barbudos representantes del Centro. A la semana la elección. Uno por uno hacer que voten. Semana larga y posterior llegada a la sede de la carrera (para mi era la primera vez que pisaba Ayacucho). Antes de empezar el escrutinio, uno le pasa a otro un sobre cerrado: “abrilo después que terminen de escrutar”. En una esquina una mesa de póker. Cuatro estudiantes de las distintas agrupaciones que competían en la mesa, una partida interminable hasta la madrugada. Largas horas de escrutinio para sólo 5 urnas, se hacía “doble sobre”. Mientras llega el rumor que se pudrió en ingeniería y habían pisado a uno. El clima se enrarecía. Empiezan a salir los resultados y se iba confirmando una tendencia, la Franja ganaba de nuevo. Al final alguien abre el sobre y, como esos trucos de magia que anticipan un resultado, las cifras que acusa son las que dan el resultado final. Un buen punteo, sólo posible en esa carrera.

1989: Edificio de Marcelo T. El año empezó con todo. Elección Nacional, Menem Presidente. Ese mismo mayo, Primer (y a la larga, único) Congreso de Estudiantes de Ciencia Política. En San Juan. Un par de vagones de tren cedidos para que viajen los estudiantes de las carreras de la capital. Vagones de turista, claro. Viaje en tren: 20 horas a San Juan. En San Juan alojamiento en unas barracas de 20 camas cada una. El baño dependiendo de un termotanque de los chicos, para casi 200 porteños malcriados. Vino malo y mucho. La fiesta final custodiados por la policía desde los altos de un gimnasio de basquet. Al regreso la sorpresa, el que nos había conseguido los trenes se convertía en ministro de economía. Los días se sucedían sin mucho sentido. Una noche escuchamos la renuncia antes de entrar a una pizzería. A las semanas lo miramos por TV con Mema y Pepo en la casa de Pablo, mientras esperábamos que volviera de Chascomús. Las vacaciones en Olavarría. Como diez días que los padres de Andrés nos ceden la casa. Mientras “los grandes” cerrar la lista y elaborar mil posibles alianzas para no perder o tener una derrota decorosa en esa facultad creada para que gane la izquierda o el peronismo. Los grandes son Guillermo, Luciano, el Corto, que se reúnen secretamente para rosquear. En paralelo, negociaciones en los cinco centros para elucubrar la ingeniería electoral. En esa nos va mal, manejamos solo un centro (el de CP) y medio (el de RRTT por la alianza peronista-radical de la Azul y Blanca). Elección tradicional, con boleta larga, nada de representante por carrera (en esa podíamos meter tres y equilibrar la comisión directiva). Arrancamos con un documento sobre concursos que armó flor de quilombo. Nos putearon todos, más los amigos. Los fines de semana a pegar carteles. En septiembre festejar la semana de la primavera. Repartir Cinco y claveles, elección de la reina de la facultad (competencia cabeza a cabeza entre una politóloga y una futura famosa de comunicación, ganó la de CP, por cierto muy fea). Varias sesiones continuadas de 9 semasn y 1/2 en la puerta de la facultad. Hasta los no docentes se prendían. Alianzas cambiantes del lado de enfrente para ver quien nos gana. En realidad, el objetivo es que no metamos ni la minoría. El “Pampi” por un lado, pone toda la carne al asador, hasta inventa una radio. El FUNAP junta menemistas confesos y conversos con los resabios de la JUI. La lista que cierra con heridos. Una reunión en Plaza Hussey sábado a la tarde para putear. Igual el lunes a primera hora levantarse y pasar la semana (si, pasar) en la facultad. Cuidando urnas a la noche o durmiendo en un departamento abandonado o en el hotel enfrente. La cosa es llegar a las 9 a abrir las mesas. El viernes que no llegaba más. Repartir las mesas para fiscalizar y escrutar. El Ruso que sugiere-ordena: “Estas son las planillas, pueden ir jugando al truco para marcar los votos”. Me toca Consejo Directivo. Avalancha de votos. No docente de apellido con alcurnia de sociales que dice “¿vas asumiendo que ganan?”, más deseo que pregunta. El primer festejo en los pasillos, de ahí al local de Delich, a la vuelta donde están todos refugiados. Una de las chicas que llora “nunca había ganado una elección”. A festejar (a medias) a Di Pappo y ahora a gozar el llanto (triste) de ex dirigente monto en otra mesa (hay que entenderlo, la mezcla de menemistas confesos y conversos no consiguió la minoría). Ahora a aguantar el escrutinio de centro. Interminable. Hasta el sábado a las 5 de la tarde. Meterse de nuevo en la facultad. Poder bajar gracias a que el Casca negocia con el PC una salida acordada “de a dos”. 64 votos marcan la diferencia.

1997: Diez años después de la primera. Ya no soy estudiante. Pero igual hay que hacer el camino obligado después de la oficina. Ni se que candidatos llevábamos. El pasillo donde vota RRTT. Toda la semana entre las 18 y las 22. Sorpresa. La Franja gana recupera el centro. Y a nosotros nos toca de nuevo “Apuntes”. En ese lugar habían puesto a cualquiera, no confiábamos en ganar. La escena se traslada a Mar del Plata. Congreso de la SAAP. Larga mesa que suma todas las generaciones de los que pasamos por la Franja de CP. El pibe se cree gerente de apuntes, por menos de $ 2000 “no puede hacerse cargo”, tiene que dejar su trabajo… lo miro desde la punta y le comento que en su momento nos hicimos cargo sin ningún tipo de problema, sin “sueldo” a cambio. Con candidez me responde “seguro a vos te mancaban tus viejos y no tenías que laburar…”. Alguien me agarra el brazo cuando me paro, puedo ser que cometa un homicidio por “emoción violenta”. Telón.

jueves, 11 de julio de 2013

Un recorrido por la historia argentina en seis (o siete) libros



(Sobre este tema giró la segunda columna que hice para Radio UBA en 2011)

Hace tiempo tengo ganas de preparar un curso de historia argentina dirigido a No estudiantes de Ciencias Sociales. Divertido, tipo stand up. No se a quien lo podrá interesar, ni si conseguiría el lugar para darlo. También se me ocurre un manual práctico For Dummies (al estilo yanqui). Pero tampoco se si alguna editorial me lo contrataría. Yo como editor si lo contrataría, poro todavía no me animé a hacer mi propio sello, tal vez en uno o dos años lo haga. Aun no.

Esto me llevó a recordar como fue mi formación sistemática básica en Historia Argentina en la carrera de Ciencia Política de la UBA. Aquí vamos con otro viaje al pasado.

Había que acostumbrarse a hablar de artículos o capítulos de libros y no de apuntes, esa fue la primera frase que nos dijeron en el teórico de Historia Argentina una noche de abril de 1988 en un aula del primer piso de un viejo edificio de Ayacucho al 600 donde funcionaba la carrera de Ciencia Política de la UBA. Pero además de los “artículos de revistas y los capítulos de libros” íbamos  también a leer libros. Entonces nos a enfrentamos a seis títulos que nos permitirían recorrer la historia argentina del siglo xx, arrancando un poquito antes con:

La formación del Estado Argentino (Oscar Oszlack, Emecé). Desde el fin de las luchas internas y las guerras civiles hasta sentar las bases de un insipiente estado nación. El recorrido que propone el autor por los procesos y los actores (y no por los hechos y protagonistas) nos metía de lleno en la comprensión de la historia desde otro lugar. Leímos la versión original, publicada por Editorial de Belgrano, años después me tocaría reeditarla en Emecé. Claro que en prácticos, además teníamos que leer un trabajo posterior que había publicado Desarrollo Económico.

De ahí saltamos directo a: El Orden Conservador, (Natalio Botana, Sudamericana). Fue la primer lectura de un libro de Ciencia Política. Es la obra más importante sobre la generación de la década del 80. No solo por la descripción sobre el comportamiento de las clases dirigentes en nuestro país a partir de la unificación nacional y la generación que gobernó el mismo desde 1880 hasta 1916, sino porque desde la Ciencia Política podemos encontrarnos con una demostración de cómo funcionaban los partidos  de notables a fines del siglo XIX y principios del XX. En otro artículo, sobre la sanción de la Ley Saenz Peña, Botana señalaría que uno de lo problemas fundamentales de nuestro país para conformar un sistema democrático sustentable fue la ausencia de un partido conservador de masas, como se dio en otros países. El ya impuesto y atrofiado orden conservador no acompaño el proceso de democratización ya que fue más fuerte la tentación de continuar con las malas artes que la Ley Saenz Peña en este sentido.

Todavía no había pasado el primer parcial y a leer sin sin solución de continuidad al mejor libro sobe El Radicalismo Argentino (David Rock, Amorrortu). Cuenta la leyenda (no verificada) que David Rock tenía una beca ganada y solo quedaban temas tangenciales para investigar, entre ellos el funcionamiento de los partidos políticos argentinos. De ahí que eligiera la historia del partido radical entre 1890 y 1930. Con claras simpatías por las políticas de Alvear y una fuerte critica al yrigoyenismo, sobre todo a los métodos clientelísticos y populistas que este empieza a generar desde el gobierno. En enero de 2010 el autor confesaría a Revista Ñ, “En Gran Bretaña me invitaron a escribir un pequeño artículo sobre la historia de la comunidad británica en la Argentina, que iba a formar parte de una colección de trabajos sobre comunidades británicas en distintas partes del mundo. La mayoría de los historiadores convocados para ese proyecto se dedicó al viejo imperio británico, a estudiar las comunidades de Sudáfrica, Canadá o la India, pero yo no, me dediqué a la Argentina, que obviamente nunca fue parte del imperio. En Argentina hay un grupo bastante grande de británicos, hace algunas décadas eran cerca de 60 mil”.

Amenizamos la cursada con un par de textos optativos sobre La Reforma Universitaria, los compilados por Sanguinetti para el CEAL. Y nos preparábamos para En torno a los orígenes del peronismo (Miguel Murmis y Juan Carlos Portantiero, Siglo XXI). Un tratado sociológico con dos estudios de los sociologos Miguel Murmis y Juan carlos Portantiero para complementar la teoría de Gino Germani sobre el peronismo. Si para Germani el peronismo era una anomalía, en cambio estos autores le dan un sentido racional a este fenómeno: “A partir de la alianza de clases dada entre los grandes terratenientes y la burgusía industrial se produce un proceso de industrialización que dió como resultado la aparición de un nuevo actor social: los asalariados. Para Germani, este actor, producto de un proceso de industrialización por sustitución de importaciones, serán los obreros nuevos, que a diferencia de los obreros viejos de formación marxista (provenientes de Europa), se dejarán tentar por la figura de un liderazgo carismático. Murmis y Portantiero, en cambio van a demostrar que ambos grupos de obreros se dejaran tentar por la figura de Perón”.

Por suerte, ya corrían los textos para el segundo parcial. Hoy se podría incluir en este recorrido El inventor del Peronismo (Silvia Mercado, Planeta), pero todavía no se había publicado y tampoco es un libro académico. Entonces nos enfrascamos en la lectura de: El peronismo (Peter Wadllman, Hispamérica). Walldman, un sociólogo alemán nos presenta cuatro fases claramente diferenciadas en el primer peronismo. La primera, claramente reivindicativa de los derechos sociales, entre 1943 y 1946. La segunda, la consolidación de un régimen y un sistema de dominación política (la que mejor refleja el libro citado previamente de Silvia Mercado). La tercera, combinando una estructura represiva y otra más liberal, sobre todo en cuestiones económicas. Y la cuarta, más represiva aún.

Para cerrar, nos tocó la primera edición de Autoritarismo y Democracia (Marcelo Cavarozzi, CEAL). Y por suerte fue la primera, la que llega hasta 1983. Ya que después el libro tuvo dos ediciones más, en Planeta, una que incorporaba el alfonsinismo y el menemismo y otra, de 2005, que modifica nuevamente el último capítulo.

Seis libros completos, para una sola materia, más varios artículos. Así arrancamos la carrera. Hoy con este nivel de lectura podemos hacer un seminario de un par de años.

martes, 9 de julio de 2013

Vamos al cine

De los creadores de "Nos subimos a un cohete, llegamos a la estratósfera y bajamos en Japón en una hora", los productores de "El que depositó dolares recibirá dolares", y la actuación especial del actor de "La Escuela Shopping", llega: "En el Riachuelo ya nadan peces".
Y si, nos merecemos esto y mucho más.

miércoles, 3 de julio de 2013

El Colegio

Corría el año 1976. Parecía que por fin mi mamá iba a llegar a término con su embarazo (antes había perdido tres) y tendría un hermano/a (entonces no se conocían o eran muy caras las ecografías). Era una buena noticia, pero había que reestructurar la vida cotidiana. En sintesis, no trabajaría más en la parada de diarios con mi papá y yo dejaría la escuela municipal a la que había concurrido en jardín y hasta segundo grado, la French y Berutti del barrio de Retiro (por entonces un centenario edificio que al año siguiente se iba a demoler para construir uno nuevo, hoy es el primero que ostenta terraza ecológica en la Ciudad de Buenos Aires). En ese colegio tenía que despedirme de mis compañeros, muchos de ellos vivían en alguna villa del barrio y otros eran hijos de diplomáticos que trabajaban en Cancillería o de empresarios que vivían en el Sheraton (para los más jóvenes, vale aclarar que lo de la inclusión educativa lo empezó Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX).
El cambio implicaba buscar una escuela por el barrio. Claro que el barrio no estaba situado en la Capital, sino en el Conurbano, más precisamente en el Partido de Gral. San Martín, "del otro lado de la ruta 8, a tres cuadras de la papelera donde trabaja el Ancho Peucelle". Los planes educativos eran distintos, muy distintos. Para poner un ejemplo, el Manual del Alumno Kapeluz para Capital tenía más de mil páginas, el mismo, pero Bonaerense, poco menos de 600. Sólo un cologio por distrito en la provincia dependía de Nación. El "Normal". En el caso de San Martín ostentaba el largo nombre de Escuela Normal Superior Mixto Estados Unidos de América de San Martín. Pero había un inconveniente, las vacantes. Me preparé todo el verano del 77 en la quinta de Derqui. El día del examen tenía que rendir Lengua y Matemática. Estaba muy nervioso, toda vez que para cinco vacantes se presentaban seis chicos. Uno quedaba afuera. No había posibilidad de error. No había otro colegio al que ir. Un privado era impensado (el plan de estudios era igual para todos los colegios de provincia y, además de que nos era imposible pagarlo, mis padres querían que estudiara en una escuela pública, la misma que ellos no habían podido terminar).
Rendí. Rendí bien. Incluso me hice amigo de uno de los chicos, un tal Fabián García que vivía frente al liceo militar. Ah, uno de los chicos que rindió, el sexto, quedó afuera. Nadie se rasgó las vestiduras por el trauma que se le pudiese haber generado. A la larga, no creo que se haya convertido en un asesino serial ni mucho menos.
Y así empecé mi derrotero por el "Normal", el Colegio (permítanme los lectores que fueron al Nacional Buenos Aires robarles la adjetivación). Tercero y cuarto grado fueron sin sobresaltos. Incluso en cuarto, 1978, nos tocó festejar el mundial. El problema vino en quinto. A fines de febrero, veraneando en Brasil, se enfermó mi tía preferida, la que me compraba libros y me iba a enseñar inglés, la única que había terminado el colegio, la que estudiaba árabe y se codeaba con Elsa Serrano, la que había creado una Boutique para la alta sociedad en La Lucila, la que me compraba la torta de mousse en "La Europea", a la vuelta de la estación. En siete días, la leucemia se la llevó. La habían internado en el Lanary (un hospital de la UBA, donde trabajaba mi tío en el área de prensa). Ella nunca se enteró que se moría, por entonces no se contaban esas cosas. Hacía tan solo ocho meses había muerto mi abuelo y no podíamos dejar sola a mi abuela, así que mi mamá decidió que todos nos mudábamos a la casa de Campillo... en Villa Urquiza.
¿Qué hacer con la escuela? Volver a cambiarme era una opción. Pero resulta que la única escuela estatal cerca de la casa de mi abuela, era "mala", iban los repetidores... Aclarando la cosa, la escuela de capital no era tan buena como la que yo iba en la provincia. La decisión fue sencilla, iba a seguir en la EE.UU., viajando todos los mediodías hasta San Martín y volviendo todas las tardes noches. Si, con once años de edad. Si, sólo. Pero agregando dos días por semana de inglés en la Cultural Inglesa... de San Martín. Delantal blanco, valija en mano, todos los días de ida por Andonaegui, pasar por la puerta de la escuela a la que iban mis amigos del barrio, verlos salir, y yo seguir hasta Av. de Los Incas para tomar el 87. Media hora de viaje. Bajar pasando la plaza y arrancar la jornada. Quinto, sexto y séptimo. En séptimo casi me llevo una materia, música...
El momento tan importante de la graduación había llegado. Empezaba a despedirme de la primaria y correspondía elegir escuela. De nuevo la encrucijada. Los colegios públicos de Urquiza eran malos. De Belgrano también. En Parque Chas (donde estábamos por mudarnos) no había. Por otra parte, si seguía en el Normal, además de estar muchos de mis ex-compañeros de primaria no tenía que dar examen de ingreso. Para los que querían ingresar a la secundaria del EE.UU. y venían de afuera habría unas 400 vacantes, parecen muchas, pero se presentaban más de 1000 pibes a rendir. De toda la zona oeste de la Provincia y de muchos barrios de la capital. La decisión fue fácil, y además correcta. Iba a volver a viajar todos los días a San Martín, ahora a la mañana. Pero ahora no lo haría sólo. A dos cuadras de casa subía en el bondi Francisco y su hermana, un par de paradas después, Alejandro, mas adelante (peleando con las minas de una escuela de monjas que se le colaban) Pablo Bardelli. En Av. San Martín, Sergio Martínez y Erika. Casi en General Paz, cuando el viejo no lo llevaba en el Citroen, Pablo, el hijo del profe de historia, Debora venía en el 170 desde Villa del Parque. Y así de inumerables barrios de la capital. Mis mejores amigos, los que siguieron conmigo hasta ahora, son los que iban a San Martín desde la capital, de otra forma no los hubiese conocido.
Iban/ibamos a un Colegio de puta madre. Inclusivo sin declamarlo. Un Colegio que refugiaba docentes perseguidos por la dictadura. Donde la Directora no tenía problemas de conciencia porque la acusaban de colaboracionista, porque ella sabía muy bien que le estaba salvando la vida a muchos. Donde se enseñaban valores y se formaba a los futuros universitarios. Donde festejamos la invasión de Malvinas y nos quedamos chupando un clavo oxidado con el bofetazo que nos dieron en junio del 82. Donde el profe Segura se adelantó al uso de "las nuevas tecnologías en el aula" y nos pasó grabado el primer programa de Cosmos. Donde la Porota quería que germináramos el poroto. Donde me fue mal en un examen de geografía (intenté ubicar las montañas Rocallosas en un mapa ciego en Europa) y sudé a mares en diciembre para rendirla con la terrible Prokerz. Donde muchos de mis compañeros de primero quedaron en el camino, repitieron con más de dos materias libres (y tampoco, que yo sepa, se convirtieron en asesinos seriales). Donde me pusieron amonestaciones por entrar corriendo a la escuela (cinco). Donde el prof. Cansanello nos enseñó a leer la historia sin necesidad de un manual de cabecera. Donde Bonifacini (de matemáticas) nos mandaba a leer autores revisionistas (los de verdad, no las chantadas de ahora) y nos hablaba de sexo cuando a las chicas las mandaban a ver el documental de Johnson & Johnson. Donde en la hora de Biología usábamos un laboratorio que ocupaba todo un ala del tercer piso, con canillas y mecheros a gas que utilizábamos prudentemente. Donde la mitad de los cursos teníamos latín. Donde la Profe. Suller, para no aburrirnos leyendo "El lazarillo de Tormes" o "El Quijote" lo contaba ella, para además dejar salir su faz actoral (justo ella que nos contaba que una vez en Italia la habían confundido con Sofía Loren). Donde la Profe. de Física (creo que Fariña) llevaba a todos los cuartos años a ver la obra "Galileo" al San Martín, con Walter Santana (para los más chicos, el papá real de la Polaca, de "Solamente vos"). Un Colegio en el que formamos un centro de estudiantes, hicimos sentadas y juntábamos cosas para mandar a una escuela en La Rioja. A donde vino Menem a agradecer cuando era un gobernador peronista alfonsinista y se llevó a la provincia a los chicos de quinto para hacer tarea solidaria. Un colegio donde festejamos el regreso de la Democracia y el Mundial 86. En el que competíamos seguido en Feliz Domingo porque uno de los jurados del programa era profe. de matemáticas. Un Colegio donde la Profe Osorio, en quinto, en Lógica nos preparó para dar Conocimiento Científico del CBC por UBA XXI. Un colegio que no necesitaba decir que "incluía" porque en realidad incluía sin decirlo. El ámbito (primario y secundario) donde conocí a Pablo y Hugo (médicos), Fabián (manager de giras artísticas), Diego (Director de programación de un importante grupo de radios), Andrés (arquitecto y profesor concursado de la UBA), Silvia, Milva y Laura (Psicólogas), Gabriela (diseñadora de moda), Anabella (empresaria turística), Grachu y Valeria (Maestras), Anibal y Sebastián (Bancarios), Silvio (decorador), Roy (Comerciante), Laura (Dra. en Ciencia Política), Pablo (uno de los productores más importantes de la TV actual), Marimé y Francisco (Odontóloga/o), Verónica (Profesora de Francés), Alejandra, con "solo lo que aprendí de inglés con Puyol", enseña español en Minessotta, Laura (maneja la imprenta de la familia), Erika (radióloga en USA), Marcela (Lic. en Filosofía), Claudio, Claudia y Mónica (abogados), Silvia (Diseñadora) y Silvia (Médica), Gloria (Fiscal de San Martín), Pablo (arqueologo por vocación y gran fotógrafo amateur) y a tantos otros tipos de bien. Creo, sin temor a equivocarme, que casi ninguno era hijo de profesionales. Creo, sin temor a equivocarme, que todos veníamos de distintos estamentos sociales y culturales. Y, saben algo, nos integramos sin ningún problema. Y si nos ponían una mala nota o una amonestación, protestábamos, puteábamos y nos la comíamos. Muchos de mis mejores amigos daban todas las materias a fin de año sin chistar, porque se las llevaban todas. Sin chistar, todo diciembre en el cole. Y las rendían, porque había buenos docentes. Seguramente ahora me van a decir que la escuela no integraba porque si repetías te ibas. Y, si, ese era el costo. O que no integraba a las embarazadas. Mentira, el embarazo adolescente (que exustía, aunque no tengo estadísticas para mostrar) se encaraba en la escuela. Patricia compartió cuarto y quinto año con nosotros después de dar a luz a una nena  en tercer y tomarse un año para criarla. Siempre me acuerdo que, como madre soltera, traía a su hija al día de la primavera.

El día que tuvimos el acto de graduación (era diciembre, el mismo día que River ganó la Intercontinental), el Prof. Alfredo Bravo, en su condición de ex alumno y en ese momento Sec. de Educación, nos vino a entregar el diploma.
Volví años despues, en el 94, yo trabajaba para una editorial multinacional y teníamos que promover libros de texto. Ya el Colegio no era el mismo. Volví en el 2001, un sábado a la tarde que no tenía mucho que hacer. Un cartel decía: Hay vacantes. Y empecé a volver, de a poco, en el 2011 cuando nos convocaron por el próximo Centenario del Colegio (en 2015). Una vez por mes, casi todos los meses. Incluso el día que se cumplieron mis 25 años de graduado, llevé a mi familia: Paula (con Felipe en la panza) y Carla. Junto con Carla y otros compañeros fuimos a la bandera a cantar "Aurora". Algunos recorrieron las aulas. Otros, los menos, pasaron factura. Las aulas ya no eran las de entonces, no podíamos creer como entraban 60 alumnos por curso (la cara de Soldán cuando ganamos el viaje a Bariloche y le dijimos que éramos 61 lo refleja todo). Las paredes se venían abajo. Las estufas (que nunca habían funcionado) estaban desguasadas. De las barandas ya vencidas un par de años antes había caído una alumna.
Desde 1994 soy docente universitario en el CBC, en estos casi veinte años vi como fue decayendo el nivel educativo de los chicos que llegan a la Universidad (desde las escuelas públicas y privadas). Y con ello decae también nuestro nivel de exigencia. Somos todos responsables de esta situación.
Hoy, literalmente, me duele el estado de mi Colegio, donde, entre otras cosas, hice mis primeros palates en política. Soy Lic. en Ciencia Política y Editor de Libros. Fui Consejero Superior de la UBA y vice presidente de la FUBA. Marché contra las políticas educativas del menemismo, las que defendían quienes en los útlimos diez años tuvieron la responsabilidad de las actuales políticas educativas. Transité (por cuestiones políticas o laborales) casi todas las aulas universitarias del país. Trabajé en la editorial más importante de habla inglesa (Pearson) y en la más importante de español (Planeta). Todo, todo lo que hice o soy fue gracias a mi Colegio. Lo poco o mucho que logré en términos económicos en estos 45 años no fue por mis padres, clase media baja, pequeños comerciantes independientes, lo único que pudieron hacer fue entregarme al sistema educativo público. Y el sistema educativo público de entonces, no falló. Ahora si está fallando.

martes, 2 de julio de 2013

La Franja. De la experiencia universitaria al desafío del poder

Resulta difícil comentar un libro. Las subjetividades son parte del proceso crítico. Pero más difícil aún resulta si el libro en cuestión cuenta parte de una historia de la que uno formo parte. Y es terriblemente más difícil si la autora, en este caso la muy buena periodista Mónica Beltrán, te nombra en los agradecimientos.
Pero la idea de este blog, que hoy debuta, es no esquivar este tipo de desafíos. La Franja (vamos a resumirlo así), es un libro único. Por diversas cuestiones. Primero, aunque no lo parezca para muchos, es un libro neutral. No pretende juzgar sino contar, no pretende ensalzar sino reflejar una historia que atraviesa los últimos 45 años de historia política y universitaria de nuestro país.
Pasado un mes de publicado, puede hacerse un balance. Como ex militante de dicha organización, veo que algunos lo recibieron con entusiasmo y otros con críticas. Para los actuales militantes se que se convierte, poco a poco, en una herramienta impresindible de discusión y formación. En este sentido no puedo dejar de hacer una comparación fácil: Cuando apareció publicado el libro "La Cámpora", dicha organización prohibió a sus militantes leer o difundir el contenido del mismo. En cambio, en este caso es auspicioso encontrarse con un foro de divulgación en Facebook donde los más entusiastas son aquellos que forman parte de la organización universitaria radical. Una sensación que, sin objetivismo, me hace pensar: "que distintos somos....".
Un análisis objetivo deja claro, ahora si, que el libro tiene errores. No pueden desconocerse. Tal vez el más grave es el que confunde a Raúl Matera (importante neurocirujano peronista) con Coco Matera, decano normalizador de la Facultad de Medicina (UBA); un análisis serio de la cuestión lleva a concluir que quien genera el error es el propio Rector Normalizador, Francisco Delich, que confunde los nombres y lleva a la autora a persistir en el error.
También es claro que hay ausencias, las más porque la autora no pudo entrevistar a todos los protagonistas. Me consta incluso la dificultad y la negativa de algunos para hablar. Me consta tambien que la intención en todo momento era reflejar procesos y actores y no hechos y protagonistas.
Algunos también consideran que la presencia de la/s Franja del interior está soslayada. Y no es así. El libro acompaña los procesos históricos y el protagonismo que la Franja va asumiendo según territorios y circunstancias políticas del país. Si en la década del 90 el libro refleja lo que pasa en la Franja de la Capital, es porque esta asumió compromisos más fuertes y un protagonismo mayor en la lucha contra el menemismo. Un compromiso incluso que llevó a la agrupación a quemar a sus mejores cuadros en un gobierno que nació jaqueado, el de Fernando De la Rúa (muy bien reflejado también por el texto). Creo sinceramente, y me arrepiento no haberlo contado a la autora, que ese proceso político, el de 1999-2001 terminó con la carrera política de muchos dirigentes y particualarmente de uno que podría haberse convertido en el más importante y carismático dirigente de la Ciudad de Buenos Aires (tal vez algún día el partido recupere un liderazgo que hoy ni siquiera está en el país).
Lectura recomendada para ex militantes, actuales militantes y para todos aquellos que, honestamente y desde todas las agrupaciones, pasaron y dejaron su tiempo y su juventud en pos de una universidad mejor.