jueves, 2 de abril de 2015

Malvinas no vale una guerra



¿Cómo no íbamos a estar a favor de la Guerra? Si esa mañana llegamos a la escuela y la marcha de Malvinas sonaba en los viejos altoparlantes a todo volumen. Si en las materias que tuvimos ese día todos los profesores nos hablaron de la nueva etapa que se abría. Si para todos volvíamos a ser el centro del mundo, como cuatro años antes con el Mundial de Fútbol.
Si además, desde tres o cuatro semanas antes todos nos habíamos convertido en especialistas en RRII a partir de la nueva puesta en agenda del problema por la posesión de las islas. O si desde chiquitos nos contaban en el colegio que “Las Malvinas eran Argentinas”. Hasta recuerdo un acto donde unos chicos hacían de pingüinitos.
¿Cómo no íbamos a estar a favor? Si de repente descubrimos que todas las personas del mundo mundial iban a comer Krill, el alimento del futuro. O el petróleo saldría de la nada, haciendo un pozo en el mar.
Si en tu familia no faltaba el boludo que decía “Después de esto a los milicos les perdono todo”. O si nos filtraban que los chilenos estaban a favor de los ingleses, entonces odiábamos a los dos pueblos por igual. Y a los yanquis, claro.
Si lo reafirmaban los profes copados. Y los no copados también. Si a la mañana en una de las entradas al colegio te contaba la directora que iba a haber un homenaje para dos ex alumnos que habían caído en las islas.
Si ese vecino que vos sabés que es del PC (pero que tiene una inmobiliaria, raro el concepto de propiedad privada) es el primero que va cambiando los carteles de la calle Londres de la esquina de tu casa.
Si hasta Palito Ortega había mostrado interés en comprar los derechos de la vida de Edgardo Giachino, el primer oficial muerto en las islas. Y lo cuenta el noticiero del mediodía. Ese que ves cuando almorzás.
Si hasta Charly, Luis y Leon hacen un recital para ayudar, y cantan esa canción que empieza a gustarte, porque sos adolescente y "te llega".
Pero un día te enterás que tu primo se intoxico a propósito comiendo ají molido para que le den de baja de la colimba.
Otro día empieza el Mundial de España y Argentina pierde uno a cero contra Bélgica (seguro un aliado de los ingleses) y uno de los pocos profes lúcidos te dice que es un día malo, que se pierde la guerra y el mundial.
Y llega el Papa para empezar a preparar a todos en la derrota.
Y al día siguiente cuando seguís defendiendo todavía la guerra, una compañera más informada que vos te dice “Boludo, están matando pibes de tu edad allá”.
Y un día volvés en el bondi de gimnasia y escuchas uno de los últimos comunicados. Ese que dice que se combate en los alrededores de Puerto Argentino.
Y esa noche escuchas el último comunicado. Y la cadena oficial de Galtieri. Y empiezan los gases en la plaza, para reprimir a los mismos oficinistas que fueron a reclamar “Paz, pan y trabajo” el 29 de marzo, que son los mismos que idolatran a Galtieri el día que sale al balcón y saluda casi como Perón. Y hoy son los reprimidos porque quieren saber que paso.
Y entendés que todos te mintieron. Los profesores copados y los otros. Tu familiar que estaba dispuesto a perdonar todo, todo, todito. Palito que iba a comprar los derechos de la vida del Capitán Giachino. El noticiero del mediodía y el de la noche. Los diarios y las revistas. Los políticos que fueron en el chárter a las islas. Los monto que ofrecieron tropas (Tropas, entendés que estos tarados ofrecían tropas a un ejército regular, malo, maltrecho, pero regular). Que te mentiste con tus amigos. Que hasta te mintió Ardiles que dijo que “nunca volvería a jugar en Inglaterra”.
Y claro que te la crees. Pero te acordás que un día viste en una revista un comparativo de la armada argentina y de la británica y ellos (como en el tope y quarter) te hacían bolsa solo con los dibujitos de fragatas y aviones. Y te acordás de lo que te dijo tu compañera. Y de tu primo que no quería ir a la guerra y comió ají molido para que le explotaran las hemorroides. Y entendés que tu primo no era un cagón. Sino un pibe un poquito más grande que vos que solo quería coger con la novia.
Pero no importa mucho, porque unos años después el morbo te da un Argentina-Inglaterra. Y ese le ganamos. Con trampa, claro. Como solemos hacer las cosas por acá.
Y pasa el tiempo y te das cuenta que todos esos que te mintieron siguen mintiendo pero no importa, porque siempre hay un crédulo que compra. Que parece que el padrón de excombatientes se duplica año a año, porque lo trucho llega a todos lados.
Y que los más mentirosos se salvan todos, porque siguen siendo copados, o porque sí. Que como en todo los únicos que quedaron en orsai son un par de periodistas que nunca se recuperaron.
Y empiezan a darte pena los que se ponen locos si ven una bandera británica. O si te gusta un grupo de rock de esos lares (no importa si incluso el grupos es anarquista o punk, los que te critican suelen ser viejos canosos que todavía están esperando que Stalin haga la revolución).
Y te da bronca que le laven la cabeza a tu hija en la escuela (si, porque ya estás viejo y tenés hijos) como te la lavaron a vos. Pero esta vez no con pingüinos sino con dibujos animados en 3D, con un personaje bien maniqueo.
Y te reafirmas en tu nuevo credo, ese que desde hace mucho sabe que Puerto Argentino en los mapas del mundo se llama Stanley, y que Malvinas se homologa como Falklans. Y que ese territorio no vale una guerra.

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