En 1982 se publicaba una revista de la editorial Perfil que se llamaba Libre. En uno de sus primeros números salió un artículo de un periodista que hablaba de Latinoamerica y, en pleno idilio con nuestros nuevos amigos Cuba y Nicaragua, se oponía a que nos parezcamos a Latinoamerica. Hacía incapié en la pobreza que se veía por las calles y en las fealdades que eso significaba. Obviamente, pendejo progreadolescente, me infigné con dicha nota. "Como no podemos ser latinoamerica, que tiene de malo"?. Nunca volví a ver dicho artículo (si alguien lo tiene me gustaría me lo pase). Pero hace al menos veinte años que coincido con cada uno de sus renglones, puntos y comas.
La Nicaragua que amábamos por esos años resultó ser una parodia del personaje del Negro Olmedo.
Cuba siguió fusilando mientras García Marquez se hacía el boludo (me parece que le salía bien, todo por salir a pescar con Fidel). Venezuela, ese país que no había tenido golpes de Estado, refugio de muchos exiliados, se convirtió en una farsa demagógica, donde el petróleo se regala pero no tienen papel para limpiarse el culo. En Bolivia se legaliza el trabajo infantil (si, un status quo previo a la Revolución Industrial). El lider del PT en Brasil no sabe como tapar los negociados de sus hijos multimillonarios. Algo parecido le pasa a la presidente de Chile, aunque rápida de reflejos se sacó de encima el problema. Y así todo. No, no me gusta ser Latinoamericano.
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