Dos aclaraciones: La primera, esta entrada responde a una charla que se dio a raíz de un comentario que hice en Face. Los que quieran pueden ir al perfil y leerlo. La segunda, voy a hablar de un libro (Orden y Progresismo, de Martín Rodríguez, publicado por EMECÉ) que no leí, aunque pienso leerlo a raíz de alguno de los comentarios en dicho post.
La hipótesis sería algo así como: El gobierno de Cristina (o
de los K) es una continuidad del gobierno de Alfonsín. O recoge más una
tradición en ese sentido que en los años setenta.
Vamos a contrastarle (no científicamente, no es lo mío).
1 Es obvio que el autor (a quien no conozco, es la
primera vez que escucho de él) va a hacer semejante afirmación. Los gobiernos
de los setenta dejaron (todos) mucho que desear. Sería ingenuo si planteara una
continuidad con, por ejemplo, el gobierno de Cámpora (no llego a los sesenta
días…) o el de Perón (a quien Cristina desprecia y votó, como ella misma
afirmó, a través de las listas de Abelardo Ramos) o el de Isabel (al menos
Isabel una vez le puso el pecho a las balas para evitar que le disparen a
Perón, como afirma Larraqui en la Bio de López Rega).
2-
A diferencia de lo que se afirma, el gobierno de
Alfonsín impulsó políticas más cercanas al liberalismo político. No hizo
populismo (no planteo si el populismo es bueno o malo, para eso pueden leer las
otras entradas al blog). Basta ver los intentos de renegociar la deuda, el Plan
Houston o los intentos de privatizar empresas públicas.
3-
No hay una sola Ley que se haya aprobado en el
Congreso a libro cerrado durante los días de Alfonsín.
4-
La política de DDHH se impulsó dentro del marco
de la Ley, no en base a subsidios e indemnizaciones. Cuando se juzgó, fue siempre
en base a innumerables pruebas (ver los considerandos del Juicio a la Junta). Y
se llevó el proceso hasta las últimas instancias (Corte Suprema inclusive).
5-
El gobierno de Alfonsín dialogó con todas las
fuerzas políticas, sobre todo después de perder las elecciones en 1987.
6-
Presentó una fórmula para competir en elecciones
presidenciales sabiendo que seguramente perdería, incluso uno de sus dirigentes
más importantes formó parte de dicha fórmula (Cassella).
7-
Al finalizar el gobierno, del cual se debió ir
antes, entre otras razones por la presión del candidato y el partido que ganó
las elecciones, no buscó deslegitimar el gobierno entrante. Es más, el
presidente del bloque radical en diputados (donde la UCR mantenía mayoría hasta
dic. de 1989) muñequeaba las sesiones para que el PJ no perdiera las
votaciones.
8-
Cuando se implementaron planes de asistencia
social (el PAN, por ejemplo) se dejó en manos de las provincias (la mayoría con
gobernadores peronistas) dicha implementación. No se buscaba un uso
electoralista de dichas políticas.
9-
Respecto a la coalición electoral, es cierto que
la clase media urbana votó tanto por Alfonsín como por Cristina. Como también
es cierto que hay un fuerte voto emocional. En el 83 la clase media urbana
creía que se podía derrotar al peronismo para siempre. En 2011 la clase media
urbana voto emocionalmente por una mujer recientemente viuda en un contexto de
dispersión de la oposición que no supo unificarse detrás de un candidato). Por
otra parte, salvo el de Kirchner en 2003, ¿qué gobierno no ganó con el voto
urbano?
Es cierto que este gobierno no es setentista.
Por cierto, es importante destacar que tanto Néstor y Cristina hicieron muy bien
en rajarse al sur cuando sonó la primer cebita. Yo hubiese hecho lo mismo. Pero
tampoco es ochentista. Reinterpretan una época (los ochenta) que no vivieron
con la lectura de otra época (los setenta) que ellos culposamente creen que
vivieron del lado equivocado aunque intenten demostrar otra cosa (la de pensar
que eran jóvenes maravillosos).
El libro, insisto aun no lo leí y no habla solo
de esto que yo comento (son comentarios, no afirmaciones), se enmarca dentro
del ideologismo “menos mal que (en 1983) ganó Alfonsín pero que lastima que
perdió el peronismo”, tan propio del progresismo culposo.
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