martes, 30 de septiembre de 2014

Estadísticas



Según las estadísticas del blog, el siguiente cuadro muestra desde que países entraron a visitar mi página. Y cuántas entradas hubo desde cada uno de esos países. No entiendo mucho de IP y esas cosas. Me llama la atención que no hay entradas desde Portugal, donde sé que hay un par de amigos que alguna entrada leyeron. Pero más me llama la atención que en Ucrania, Polonia y Rusia alguien haya entrado. Lo de Malasia sospecho que es un amigo que anduvo por ahí el año pasado y no pudo dejar de leer alguno de mis catárticos post.

Argentina
2902
Estados Unidos
873
España
136
Rusia
102
Alemania
61
Panamá
48
Malasia
25
Ucrania
21
Polonia
20
México
13

Volviendo al punto, si sos uno de esos lectores de Ucrania, Polonia o Rusia doble gracias por leer.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Sobre progresismos...


Dos aclaraciones: La primera, esta entrada responde a una charla que se dio a raíz de un comentario que hice en Face. Los que quieran pueden ir al perfil y leerlo. La segunda, voy a hablar de un libro (Orden y Progresismo, de Martín Rodríguez, publicado por EMECÉ) que no leí, aunque pienso leerlo a raíz de alguno de los comentarios en dicho post.
La hipótesis sería algo así como: El gobierno de Cristina (o de los K) es una continuidad del gobierno de Alfonsín. O recoge más una tradición en ese sentido que en los años setenta.
Vamos a contrastarle (no científicamente, no es lo mío).
1       Es obvio que el autor (a quien no conozco, es la primera vez que escucho de él) va a hacer semejante afirmación. Los gobiernos de los setenta dejaron (todos) mucho que desear. Sería ingenuo si planteara una continuidad con, por ejemplo, el gobierno de Cámpora (no llego a los sesenta días…) o el de Perón (a quien Cristina desprecia y votó, como ella misma afirmó, a través de las listas de Abelardo Ramos) o el de Isabel (al menos Isabel una vez le puso el pecho a las balas para evitar que le disparen a Perón, como afirma Larraqui en la Bio de López Rega).
2-    A diferencia de lo que se afirma, el gobierno de Alfonsín impulsó políticas más cercanas al liberalismo político. No hizo populismo (no planteo si el populismo es bueno o malo, para eso pueden leer las otras entradas al blog). Basta ver los intentos de renegociar la deuda, el Plan Houston o los intentos de privatizar empresas públicas.
3-      No hay una sola Ley que se haya aprobado en el Congreso a libro cerrado durante los días de Alfonsín.
4-      La política de DDHH se impulsó dentro del marco de la Ley, no en base a subsidios e indemnizaciones. Cuando se juzgó, fue siempre en base a innumerables pruebas (ver los considerandos del Juicio a la Junta). Y se llevó el proceso hasta las últimas instancias (Corte Suprema inclusive).
5-      El gobierno de Alfonsín dialogó con todas las fuerzas políticas, sobre todo después de perder las elecciones en 1987.
6-      Presentó una fórmula para competir en elecciones presidenciales sabiendo que seguramente perdería, incluso uno de sus dirigentes más importantes formó parte de dicha fórmula (Cassella).
7-      Al finalizar el gobierno, del cual se debió ir antes, entre otras razones por la presión del candidato y el partido que ganó las elecciones, no buscó deslegitimar el gobierno entrante. Es más, el presidente del bloque radical en diputados (donde la UCR mantenía mayoría hasta dic. de 1989) muñequeaba las sesiones para que el PJ no perdiera las votaciones.
8-      Cuando se implementaron planes de asistencia social (el PAN, por ejemplo) se dejó en manos de las provincias (la mayoría con gobernadores peronistas) dicha implementación. No se buscaba un uso electoralista de dichas políticas.
9-      Respecto a la coalición electoral, es cierto que la clase media urbana votó tanto por Alfonsín como por Cristina. Como también es cierto que hay un fuerte voto emocional. En el 83 la clase media urbana creía que se podía derrotar al peronismo para siempre. En 2011 la clase media urbana voto emocionalmente por una mujer recientemente viuda en un contexto de dispersión de la oposición que no supo unificarse detrás de un candidato). Por otra parte, salvo el de Kirchner en 2003, ¿qué gobierno no ganó con el voto urbano?
       Es cierto que este gobierno no es setentista. Por cierto, es importante destacar que tanto Néstor y Cristina hicieron muy bien en rajarse al sur cuando sonó la primer cebita. Yo hubiese hecho lo mismo. Pero tampoco es ochentista. Reinterpretan una época (los ochenta) que no vivieron con la lectura de otra época (los setenta) que ellos culposamente creen que vivieron del lado equivocado aunque intenten demostrar otra cosa (la de pensar que eran jóvenes maravillosos).
        El libro, insisto aun no lo leí y no habla solo de esto que yo comento (son comentarios, no afirmaciones), se enmarca dentro del ideologismo “menos mal que (en 1983) ganó Alfonsín pero que lastima que perdió el peronismo”, tan propio del progresismo culposo.

PS: ¿Es lícito hablar de algo que no se leyó? No lo sé, pero este es mi blog y hablo de lo que quiero. El progresismo y el peronismo se apropiaron de la década del ochenta habiendo sido actores de reparto y nadie les dice nada.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Literatura de cuarto



Hoy al mediodía Carla comentó: “En la prueba de naturales nos fue mal a todos, parece, solo aprobaron tres, no se si yo estoy entre los que aprobaron pero la maestra va a tomar la prueba de nuevo”. La prueba era difícil, sobre los órganos del cuerpo humano. La verdad, poca ayuda podíamos ofrecerle con Paula. Solo el consejo de “sentate y estudiá”.
La anécdota viene a cuento porque hace tiempo quiero escribir sobre algunos profesores de los que tuve en la secundaria. Arrancamos hoy. Con la de Literatura de cuarto (sepan entender que no daré nombres para proteger mis fuentes –yo mismo- y porque la profe aun está entre nosotros y tal vez lea estas líneas).
En la década del ochenta correspondía enseñar literatura española. Un tema árido ya que la primavera democrática nos llevaba por los caminos de Cortázar y no por los del Quijote.
La profe (vamos a fraguar su nombre, para disimular y ponerle uno farándulesco, vamos a decirle La Rímolo). Entonces, la Rímolo tenía teatralidad, o lo que es mejor, se creía actriz y tal vez esa haya sido su secreta vocación. Incluso contaba, suelta de cuerpo, que en un viaje por Italia, desayunando en una terraza en la Via Appia, la habían confundido con Sofía Loren.
Sus inclinaciones políticas solían ser polémicas. Con la misma pasión que contaba esa deliciosa anécdota se emocionaba al relatar la (años después desmentida) historia de la resistencia del Alcázar de Toledo. La leyenda cuenta que los falangistas resistían en el Alcázar. A tal punto era la tenacidad de los soldados que los republicanos, habiendo tomado prisionero al hijo del comandante derechista, hacen que se comunique con su padre y le suplique se rinda para no ser fusilado. Juro que se le llenaban los ojos de lágrimas, y su grado de convicción era tal que a nosotros -que poco sabíamos de la guerra civil y de quienes habían sido los buenos entonces- también, cuando declamaba la respuesta del comandante: “Hijo mío, grita bien fuerte ¡Viva España! y prepárate a morir, el Alcázar de Toledo no se rinde”.
Lo cierto es que como docente era impecable. Y tenía una capacidad innata para leer lo que le pasaba a sus alumnos. En algún momento se enteró que a uno de los chicos sus de primero le gustaba una chica de otro curso. No sería algo muy diferente a lo que suele pasarle a los adolescentes. El problema es que el pibe era muy feo, fiero de veras. Y la chica era linda, una onda Marcela Klosterboer. La profe se involucró, no quería que el pibe se desilusionara. Empezó a hacerles gancho. Hacía de correo para las cartas que el pibe enviaba a la chica del otro primero. No sé en que terminó la historia, yo no era amigo de ninguno de los dos. Pero las historias de amor no son como en las películas.
En cuarto nos volvió a tocar la Rímolo. El programa indicaba, reitero, Literatura Española: Poema del Mio Cid, El Lazarillo de Tormes, La Celestina. Unos bodoques terribles para nosotros, que solo queríamos leer Cortázar (y de Cortázar, solo Casa Tomada, no daba para más). Ella entendía el problema. O más bien, le venía como anillo al dedo para demostrar su faceta actoral. Nos relataba las historias, no hacía que las leamos. Pero era, literalmente, teatro leído donde hacía cada uno de los personajes y los actuaba mejor que Alfredo Alcón. Pero había que evaluar. La nota iba de cero a diez. Y, una modernidad absoluta para la época, los exámenes eran grupales y a libro (o carpeta, recuerden que no leímos las obras), abierto.
Un día, después del examen, con un grupo de chicos fuimos al Congreso a entrevistar a los diputados que nos abrieran la puerta. Ella nos acompañó, no recuerdo muy bien por qué, ya que no era una tarea curricular. En el viaje le pregunté cómo habían sido los exámenes. Su respuesta me dejó helado, un sincericidio que después seguro olvidó o quiso olvidar: “Los busco por todos lados en mi casa y no los encuentro, creo que los perdí…” y en seguida pasó a otro tema.
(Uno de mis pesadillas recurrentes como profesor es el miedo a perder exámenes. No sé qué haría en ese caso. El trayecto que va de la sede del CBC a mi casa el momento posterior a la evaluación lo considero clave. Casi que me gustaría contratar a Juncadella para que los proteja).
Las semanas pasaron (algunos profesores tardaban en corregir, no nos parecía raro) y yo me olvidé de la respuesta que me había dado ese día. Una mañana entra la Rímolo con su mejor charme y un discurso probablemente ensayado mil veces, iba a ser su mejor representación. Su consagración actoral: “Chicos, no puedo creer lo que pasó con los exámenes. Estoy dolida. Profundamente dolida. Sé que era difícil, pero creí que podían hacerlos. ¿Qué les pasó? ¿En qué pensaban?”. Nosotros no podíamos creer lo que decía. Éramos más de sesenta pibes en el aula, alguno de los grupos tenía que haber aprobado. Incluso alguno planteó si podía ver el examen. Respuesta tajante, al borde de las lágrimas: “Imposible, les haría muy mal”. El ejercicio de improvisación daba resultado. Nos avergonzábamos por lo que habíamos hecho (o no hecho, no estar a la altura de las circunstancias). Pero ella era una adelantada. No quería estigmatizarnos poniendo la nota que correspondía y que nos perseguiría por el resto de nuestras vidas. El terrible Uno en Literatura Española. Una adelantada a todas las normas de Flacso. La respuesta, esperanzadora: “Lo van a hacer de nuevo”. No debe haber algo que me enoje más que tener que repetir un examen. Sin embargo, su representación fue tan efectiva que todos estuvimos felices. Y hasta nos esforzamos por estudiar más. Y dimos (también estoy seguro) unos exámenes excelentes.
Seguramente esto que escribo contradice muchas de mis afirmaciones en Face y Twitter de estos días. Pero justamente, es una excepción, no la norma. Algo que se le ocurrió a una profe terriblemente avergonzada para que todos resolviéramos un problema. Estoy seguro que en ese momento todos supimos lo que en realidad había pasado. Y aceptamos la mentira piadosa. O aceptamos a la gran actriz que era esta profesora. También una gran profesora.