jueves, 26 de junio de 2014

Post perdidos



Hace un par de días que estoy autocensurándome en Facebook y Twitter. Son ámbitos públicos. Me colmaron algunas actitudes populistas que atraviesan a todos. Sin distinción de banderías políticas. Aquí entonces algunos post borrados (ojo, es un cocoliche, hay de todo, como en botica):

*Me pone contento que Ecuador se quede afuera de la segunda ronda del mundial. No me provoca nada la falsa hermandad latinoamericana.
*Como en los Grand Slams del Tenis, debería haber ocho equipos precalsificados para segunda ronda, obvio, los más grandes, los que generan el negocio del fútbol. ¿Qué gracia tiene quedarse sin los equipos que salieron campeones del mundo?
*Bolivia está a un paso de volver a la edad media. Hoy dan vuelta un reloj y mañana prohíben las vacunas.
*Siempre me pregunté por qué en su derrotero por el exilio, Perón solo eligió países con dictaduras para refugiarse.
*Violar los derechos de autor está mal. Pero si además escribís en contra del copyright no entiendo por qué después firmás contratos que garantizan esos derechos.
*Si visitás al médico pagás religiosamente la visita. Lo mismo si te reunís con un abogado o contador. ¿Por qué entonces los editores free lance no podemos facturar nuestras reuniones con autores cuyos proyectos dudosamente progresen?
*¿Cuánto le debemos a Diegote? ¿Cuánto a las hijas? ¿Si hacemos una vaquita y se lo pagamos, nos dejarán de joder?
*Desde 1983 a la fecha a la clase media le sacaron sus ahorros Alfonsín (ahorro forzoso), Menem (Plan Bonex), De La Rúa (descuento del 13% de los sueldos estatales y corralito), Duhalde (corralón) y Cristina (estatización de los fondos jubilatorios).
*Bill Gates hizo más por todos nosotros que Steve Jobs, que además me parece medio cabrón.
*La Guerra de Malvinas se perdió. Ergo, las Malvinas no son argentinas.
*La Vuelta de Obligado se perdió. Ergo, festejamos una derrota (bueno, no es tan malo, los cristianos celebran la muerte de Cristo en Pascua).
*Sin dejar de repudiar el asesinato de Kosteky y Santillán, el título “La crisis causó dos nuevas víctimas” no me parece malo.

martes, 17 de junio de 2014

La Fiesta



Hace algunos años, por esas maravillas del cable y el zapping, enganché una película inglesa para televisión, protagonizada por una muy joven Helena Bonham Carter y el siempre idéntico Patrick Stewart, Lady Jane. La peli data de 1986 y me llama la atención la calidad técnica y la vigencia de la historia. Lady Jane accedió al trono después de la muerte de Eduardo VI (heredero de Enrique VIII). Debido a intrigas políticas, Jane, quinta sucesora y sin pretensiones de ser Reina, es puesta en ese trono para mantener la iglesia anglicana (ya que la pretendiente legítima era católica). Casada por conveniencia con Guilford Dudley, termina enamorándose de este. Ambos encabezarán un reinado de sólo nueve días, pero que alcanza incluso para acuñar monedas con la cara de la joven reina. La peli nos muestra esos nueve días como una fiesta casi adolescente (la Reina tenía dieciséis años), casi como lo hace Sofía Coppola con María Antonieta en el film homónimo. Ambas, jóvenes y descocadas reinas terminan como toda buena fiesta de la época, cortando un par de cabezas. En este caso la de Jane, su marido y su padre, que encabeza el intento de rebelión anglicana.
Me acordé hoy de esta película cuando recordaba nuestra propia fiesta. Fue a fines de 2001. El peronismo, con complicidades, había volteado a De La Rúa (que, convengamos, no había hecho mucho para atornillarse al trono). Y todos los legisladores vitoreaban de pie al nuevo Presidente, electo por la Asamblea Legislativa, el Adolfo. “Vengo a anunciar el cese de nuestras obligaciones de pago”, fue aproximadamente lo que dijo en ese mensaje inaugural. Había sido elegido por el mayoritario peronismo con dos condiciones: no moverse del esquema de la convertibilidad y quedarse solo por noventa días. Una vez sentado en el sillón de Rivadavia, empezó a moverse como si fuese a completar el mandato trunco de De La Rúa, es decir hasta diciembre de 2003. Para evitar la salida de la convertibilidad, con la anuencia de la mayoría de las gobernaciones peronistas, continuó el festín de cuasi monedas, intentando inventar una nueva, según un plan que le sopló en un mingitorio el que sería brevemente nombrado como presidente del banco Nación (creo que ese personaje, del cual no recuerdo el nombre, no llegó a asumir y por eso continuó en su cargo Olivera, ex vice jefe de gobierno de De La Rúa).
La fiesta continúo. Apenas asumió se instaló en la quinta presidencial de Olivos, donde con gran alegría el mismo día que asumía, celebró con toda su familia la Navidad. A los pocos días, por primera vez en años, un presidente peronista se quitaba el saco, arremangaba las camisas y visitaba la CGT unificada de Hugo Moyano (1° Ley de Lo Presti: El movimiento obrero unificado solo será unificado durante gobiernos radicales para romperles las pelotas). Discurseó, siguió definiendo políticas fundacionales a largo plazo, se despegó del gobierno peronista previo y ya que estamos le echó las culpas a De La Rúa y Cavallo de todos nuestros males.
Convocó a una reunión de gobernadores en Chapadmalal, pero algo se había roto en su romance con sus ex colegas (básicamente su fiesta preveía que usaría su presidencia de noventa días para construir su candidatura presidencial de los siguientes cuatro años, y otros aspirantes al trono no estaban tan contentos con el festín) y lo dejaron solo. Como en las épocas de Facundo Quiroga, que cuando quería sacarse de encima algún gobernador de su estancia (digo su provincia), le sacaba la guardia personal y el susodicho corría presuroso a la residencia del caudillo a presentar la renuncia. En este caso, el zabeca de Banfield a través del pelado de capital (transformado en gobernador de Buenos Aires) le quitó la custodia policial de Chapadmalal y el efímero presidente entendió el mensaje. Se tomó el Tango 01, acompañado, entre otros, por el manco de Balvanera, y desde San Luis nos dio un último espectáculo de su largo Stand UP. Renunció con interferencia televisadas y acusó, entre otros, al peluquín de Córdoba por todas sus desgracias personales (casi que también le echa la culpa de su video prohibido).
La fiesta duró siete días, con amigos vimos el acto final en casa (le llamábamos el club de los desocupados, ya que la mayoría nos habíamos quedado sin trabajo durante ese diciembre). Autoconvocado para ir al cine, la peli que veíamos por TV estaba mejor. Nos reímos, claro, de ese acto final y sincericidio peronista. La mayoría politólogos (o en vías de serlo) más alguna socióloga, no sabíamos que en algún momento tendríamos que pagar la cuenta.
Y hoy nos pasan la cuenta de esa fiesta. El efímero decretó el default de una deuda que podía reestructurarse con un poco de pericia y menos ideologismo. Pero el peronismo es así. Eficaz para los negocios personales pero mano larga con la plata de los demás. La de todos los otros que alegremente los votamos cada cuatro años. Y esta vez la cosa es más grave de lo que parece. Por más que la arquitecta egipcia abogada exitosa nos venda otro cuento por TV. La culpa esta vez no es de otros, esta vez empezó con el gobernador que su marido (exitoso empresario hotelero) impulsó como presidente en 2001 con la condición de no moverse del esquema de la convertibilidad.
Pero no se preocupen, porque el peronismo está ahí de nuevo, preparando otro festejo para salvarnos, total todo queda en familia. Será con el manco de Balvanera o con el entrista de la Ucede de Tigre. Un nuevo festejo con globos naranjas o negros nos espera. Y ahí estamos todos, dispuestos a comernos un nuevo festejo (técnicamente, podemos llamarlo fistfucking).

sábado, 14 de junio de 2014

Debemos ser burros, en definitiva

Suele llamarme la atención la preocupación de muchos militantes kircheneristas sobre la falta de inteligencia de quienes no lo somos. Aunque, vale aclarar, que esta preocupación no es generalizada, sino enfocada en determinadas personas. Aquellos que, dada nuestra tradición de militancia, compromiso con la educación pública, los valores de la libertad política y la integración social, deberíamos estar maravillados con este gobierno.
También hay que aclarar otra cuestión. No son los peronistas de siempre los que plantean esta falta de inteligencia, sino los que Panembianco definiría como "arribistas", aquellos que se suman a cambio de incentivos selectivos. El peronista clásico (que fue menemista, duhaldista y ahora kirchenrista, como corresponde) no se preocupa sobre estas cuestiones sobre la "inteligentzia" (como lo definiría Jauretche) de ciertos sectores progresistas de clase media. Lo toma como se da. El peronista es peronista y lo seguirá siendo con Massa, Scioli, Randazzo o Taiana (si, si, ayer vi afiches de Taiana, me pareció lógicamente que era para cambiar el frío de Filmus por el helado ex canciller como candidato en la Ciudad, pero no, se candidatea para presidente, se dió cuenta que si Néstor o Cris lo fueron, cualquiera puede ser). Tengo face-friends kircheneristas (peronistas de siempre) que se bancan sin chistar o putear mis gorileadas: nos peleamos respetuosamente y hasta a veces coincidimos, sobre todo cuando criticamos a Los Pumas.
Pero con los radicales o progres kirchneristas es otra cosa. Tienen algún problema con quienes no lo somos. O tal vez vieron algo que nosotros no. O tal vez el problema es con ellos mismos. Se sienten solos. Están en un espacio que no les es propio o directamente ajeno. Ellos, tan inteligentes, son parte de la inteligentzia jauretchiana. Les molestan los pobres. Son el medio pelo, ahora incorporado al ancho espacio peronista. Pero no dejan de ser sapos de otro pozo. Sin quererlo, son como Susanita, cuando dice “vamos a hacer cenas benéficas, donde comer caviar, pato a la naranja y otros manjares, para comprar polenta, fideos y lentejas, esas cosas que comen los pobres”.
Jauretche se reía de ellos. Y hoy ellos están en ese espacio. Y no se encuentran. Por eso necesitan que nosotros (los otros inteligentes, según ellos), los justifiquemos. Necesitan de nuestra patina bien pensante, a la vez que nos desprecian mientras intentan comprendernos. No se dan cuenta que quienes desprecian a los pobres son ellos. No el resto. El resto seremos poco inteligentes, o no vimos la luz aún. Pero no queremos comprar polenta para darle a los pobres. Queremos que dejen de ser pobres. Por eso no somos peronistas. Y parece que tampoco, inteligentes.