viernes, 7 de noviembre de 2014

Canillita y Diplomático



Llegué al edificio de Ayacucho 658 y solo estaba el Ruso. Era poco más del mediodía y entonces, como ahora, los horarios para cursar en Ciencia Política se concentraban en la mañana o a la noche. Sobre todo en este último turno.
“Preparate pibe, que vas a ser famoso”. No entendía nada de lo que decía. Recién volvía de terminar de hacer los bancos para mi viejo y hacía pocas semanas que había oficialmente entrado a militar en la carrera, después de un cuatrimestre de formación rápida en el CBC de Drago. El Ruso era algo así como el segundo en el mando. A cargo, además, de la secretaría de apuntes y número fijo para ser el próximo presidente del centro de estudiantes. Si él lo decía, algo de cierto tenía que haber.
El diario de la corpo, por ese entonces no tan corpo, estaba armando la nota de color central para el siguiente domingo. Juntar a cuatro pibes que además de estudiar en la UBA, trabajaran. Original hace 26 años atrás. Repetido hoy en día el recurso. Supongo que la línea de producción de la nota habrá sido: Jefe de redacción que le pide al cronista una nota súper original. Este le consulta al encargado de noticias de la UBA (periodista que hoy cubre política de la UCR en el mismo medio), y este rápidamente le consulta a los referentes de las agrupaciones. Supongo también que los únicos que respondieron fueron los de la Franja, particularmente de una de las líneas que respondía a Jesús, porque casi todos los que finalmente aparecimos en la nota respondíamos a esa línea (un pide de Odonto, otro de Agronomía y un servidor).
Así, como si fuese un ejemplo a seguir, al día siguiente estaba en la redacción de Clarín (Salvo el agregado de computadores y de un par de LCD, no cambió nada desde entonces, lo comprobé hace un par de meses cuando me reuní con Menchi Sabat para editar el libro sobre Pichuco).
No me acuerdo muy bien lo que dije, pero algo destacó sobre el resto. Cuando me recibiese iba a dedicarme a la diplomacia. Sí, yo, el tipo menos diplomático que conozco. Que además no sabe aun como fue que pudo aprobar el global de inglés y los tres niveles de italiano. Lo cierto que en esos días, de prematuro ingreso a la universidad, de mis primeros palotes en política, creía que podía ser diplomático y seguir los pasos de uno de nuestros ídolos, Caputo. Eso sí, le tiré un título “Canillita y Diplomático”, en letras de molde, página impar, margen inferior derecho, con foto y todo, ahí estaba mi historia. La de un pibe que desde chico (muy, desde los nueve años) ayudaba a su papá en la parada que tenía en la puerta del todavía portentoso Hospital Ferroviario, nave insignia del sindicalismo argentino donde se colocó el primer corazón artificial del mundo (el pobre viejo que sobrevivió unas horas compartía habitación con mi abuelo, carnet N° 13 de La Fraternidad, y la operación se hizo para mojarle la oreja al equipo de Favaloro, la competencia).
Con foto y todo era la cosa. Como era complicado ir hasta la puerta del hospital, nos llevaron en un remise a mangear alguna parada en Constitución. Y ahí aparezco, simulando venderle un diario a un pibe de espaldas y campera Adidas característica, mi amigo el Bardo que me había acompañado.
La cosa era el lunes, cuando atendiendo la secretaría de apuntes escuchaba como todos hablaban del pibe del diario. Si bien seríamos unos cuatrocientos estudiantes, algunos todavía no éramos conocidos. Me causó gracia escuchar una piba que decía “si, además dicen que es un pibe inteligente…”, en paralelo alguien había difundido otra verdad a medias. Me iba bien en Historia y eso sumaba a las leyendas.
Años después, reunidos en Mar del Plata en un congreso de la SAAP, mientras conteníamos las pretensiones salariales de un pibe que iba a tener un cargo rentado, este me espetó: “Vos seguramente no necesitaste trabajar mientras estudiabas, por eso decís eso”. Sí, creo que es día terminó de perderse mi vocación diplomática.

(Para Pablo, que se pudrió de todo justo hoy hace seis años).

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