viernes, 14 de noviembre de 2014

El chico que no trajo a Fito



Puede que haya sido en 1985 o 1986. Ya no recuerdo muy bien la fecha. Pero muchos años después es necesario asumir la derrota de una vez, y crecer. Dejar atrás los fantasmas del fracaso. El primer, y tal vez único fracaso a la hora de organizar una actividad.
Todos tenemos en nuestras familias algún primo con contactos. Alguien conectado con esos a los que, si no somos nosotros mismos famosos, no podemos llegar. En mi caso, es el primo Alberto. Hoy, esta rama de la familia está medio alejada de él. No conozco los detalles pero sé que somos nosotros los que salimos perdiendo. Pero por esos años no. El primo Alberto era el talentoso. Tocaba la batería en un grupo que tuvo su cuarto de hora en los setenta. Katunga. Un precursor de lo que hoy llamaríamos la movida tropical. Fue un grupo muy grosso. Los más grandes saben de qué hablo. A tal punto que hizo una larga gira por España. Incluso fue grupo soporte del mismísimo Serrat en Un bar de mala muerte Barcelonés. Mi primo siempre fue un busca. Pero de esos buscas a los que les va bien. Para mi viejo, lo que Alberto tocaba lo convertía en oro. Así, por esos lejanos ochenta compró (con mi tío) un caballo, el Cenit. Ganó un par de carreras y terminó corriendo cuadreras en Carmen de Areco (con otro nombre, obvio). Pero las pocas que ganó en Palermo solventaron los gastos de mis dos viajes de egresado (pero esa es otra historia).
Lo cierto que cuando volvió de España, Alberto se convirtió en un hombre de contactos. Gerente de música del sello discográfico que lanzó ATC (de nuevo, los más grandes saben de qué hablo), introdujo grandes figuras musicales en nuestro ambiente: Camilo Sesto, Ángela Carrasco, José Vélez (este último casi provoca un divorcio en la familia una noche de navidad, pero eso también es otra historia).
Hasta aquí todo iba bien. Alberto con contactos en la industria discográfica y con una discoteca personal súper surtida. Más de una tarde la pasábamos en su casa grabando casettes y admirando su foto autografiada por Serrat.
Pero los iniciales ochenta se convirtieron en la primavera democrática. Y con ellos llegó el rock nacional y los centros de estudiantes. Y con los centros de estudiantes, las revistas que, creíamos, iban a hacerle sombra a la HUMOr, que todos terminábamos copiando.
Y algunos empezamos a escribir en esas revistas. No podía faltar el típico poema construido a partir del título de las canciones pioneras del rock, o la edulcorada biografía del Che, o la típica historieta contra el aborto (si, la mayoría de los adolescentes de entonces, sobre todo en un colegio donde había muchos compañeros de Acción Católica, grandes amigos por cierto, estábamos en contra del aborto), todo ello mezclado con algún artículo que filtraba algún cuadro de la Fede. La biblia y el calefón. Nuestro ADS, pero no clandestino (esto solo lo van a entender los egresados del Nacional).
Y Alberto abría puertas. Primero para conseguir entradas para la última hora de Badía y Cia. Después para conseguir un reportaje con el mismísimo Badía! Allí fuimos, con mi amigo Fabián (parte fundamental de esos años adolescentes). Como a un cuasi desconocido Ariel Roth (el hermano de…, que todavía no tenía ese mote), a quien reporteamos en una habitación del Hotel Presidente en un estado no muy estable (Creo que mi vieja algo le reprochó después al primo Alberto).
Pero la frutilla del postre, la consagración para esos reporteros adolescentes, era lograr una entrevista en la misma escuela. Seríamos, después de eso, famosos. Los chicos que trajeron a quien arrancaba en esos años. No nos parecía inalcanzable. Íbamos a llevar a Fito Páez al glorioso Estados Unidos de San Martin, al Normal.
Obivio que hice el contacto a través del primo Alberto. Una llamada al representante, coordinamos día y hora. Y listo. Que podía fallar. Nada. Che, como lo llevamos a Fito? Mirá que no tiene coche, no maneja. “No importa”, nos agrandamos. Lo pasamos a buscar y vamos en un taxi. De Belgrano a San Martín. “Pasame la dirección”. Yo sabía que vivía en un chalet en Belgrano, sobre la calle Pampa. Y allí fui, con un par de compañeras del centro (no puedo recordar quienes eran, pero sería bueno que aparezcan y atestigüen en mi favor). Fito no estaba, ya llegaría. “Pasen” me dice la señora que limpiaba.
En paralelo, Fabián y Juan armaban el escenario en la escuela. Sería un reportaje con todo. Incluso alguien acercó un teclado. De queruza. Cuando lo viese, como se iba a negar a tocar. El sonido a cargo de los dos capos que pasaban música en la radio de San Martín.
Pero en la casa de Fito, Fito no llegaba. Los minutos pasaban y la señora planchaba. Entiendan algo, queridos jóvenes amigos, no había celulares. Pero tampoco había muchas líneas telefónicas. El contacto había sido una simple llamada dos semanas antes, y la confirmación, un sencillo “ok, dale, yo te garantizo que Fito va”.
Por otra parte, cuanto esperar…., la hora se acercaba y si no llevábamos a Fito no podíamos usar la plata que el centro nos había dado para el taxi. En algún momento primó la realidad, y la frustración. Fito no aparecería. En su favor, probablemente el representante jamás le avisó. La señora nos dejó pasar a la casa porque en esa época era normal que te dejen pasar “hola, vengo a ver a Fito para llevarlo a un reportaje”, “Dale, pasá, espéralo”. Porque iban a dudar. Por otra parte era la verdad.
Fue el viaje más largo en tren, de nuevo hasta San Martín. Bajar en la estación y caminar las diez cuadras hasta el colegio. Cuando llegamos al Colegio, en el anfiteatro (ese que hoy está inundado), unos ciento cincuenta adolescentes ya sentían que no iba a pasar nada. No sé como pasé al frente. Encaré y habré dicho “chicos, Fito no apareció”… “uhhhh”, fue la única forma de rechazo. Nadie tiró sillas ni quiso pegarnos. Qué se yo, creyeron en mi inocencia. Que en definitiva era la verdad. En esa época, si coordinabas algo con alguien para dentro de un par de semanas no lo confirmabas por mail, ni por mensaje de texto, ni por wash up. Es sencillo. No existía nada de ello. Fabián y Juan siguieron en el mundo de la música. A Fabián lo veo seguido, es de mis mejores amigos. Nunca le pregunté (ya que trabajó mucho con Fito, entre otros tantos) si alguna vez le contó esta historia. A Juan lo vi hace dos años, de casualidad, cuando llevó al Bahiano a un evento que hicimos en FSOC. Nunca me voy a olvidar la tranquilidad con la que ese día levantó los equipos. Mientras los pibes pasaban del tranquilo “uhhh” a unas puteadas más fuertes que no pasaron a mayores.
El primo Alberto, cuando se enteró, de buena fe me dijo: “Dejá, yo lo arreglo. Voy a hacer que manden una carta de disculpas…”, que nunca llegó.
Y yo me convertí en “el pibe que no trajo a Fito”. Nunca lo supe. Hasta que este sábado, en el tradicional acto de las bodas de Plata y Oro del Colegio, le pregunté a una amiga por qué me saludan tantos, que yo no me creía tan popular… y me recordó “sos el pibe que no trajo a Fito, se acuerdan por eso”.

viernes, 7 de noviembre de 2014

Canillita y Diplomático



Llegué al edificio de Ayacucho 658 y solo estaba el Ruso. Era poco más del mediodía y entonces, como ahora, los horarios para cursar en Ciencia Política se concentraban en la mañana o a la noche. Sobre todo en este último turno.
“Preparate pibe, que vas a ser famoso”. No entendía nada de lo que decía. Recién volvía de terminar de hacer los bancos para mi viejo y hacía pocas semanas que había oficialmente entrado a militar en la carrera, después de un cuatrimestre de formación rápida en el CBC de Drago. El Ruso era algo así como el segundo en el mando. A cargo, además, de la secretaría de apuntes y número fijo para ser el próximo presidente del centro de estudiantes. Si él lo decía, algo de cierto tenía que haber.
El diario de la corpo, por ese entonces no tan corpo, estaba armando la nota de color central para el siguiente domingo. Juntar a cuatro pibes que además de estudiar en la UBA, trabajaran. Original hace 26 años atrás. Repetido hoy en día el recurso. Supongo que la línea de producción de la nota habrá sido: Jefe de redacción que le pide al cronista una nota súper original. Este le consulta al encargado de noticias de la UBA (periodista que hoy cubre política de la UCR en el mismo medio), y este rápidamente le consulta a los referentes de las agrupaciones. Supongo también que los únicos que respondieron fueron los de la Franja, particularmente de una de las líneas que respondía a Jesús, porque casi todos los que finalmente aparecimos en la nota respondíamos a esa línea (un pide de Odonto, otro de Agronomía y un servidor).
Así, como si fuese un ejemplo a seguir, al día siguiente estaba en la redacción de Clarín (Salvo el agregado de computadores y de un par de LCD, no cambió nada desde entonces, lo comprobé hace un par de meses cuando me reuní con Menchi Sabat para editar el libro sobre Pichuco).
No me acuerdo muy bien lo que dije, pero algo destacó sobre el resto. Cuando me recibiese iba a dedicarme a la diplomacia. Sí, yo, el tipo menos diplomático que conozco. Que además no sabe aun como fue que pudo aprobar el global de inglés y los tres niveles de italiano. Lo cierto que en esos días, de prematuro ingreso a la universidad, de mis primeros palotes en política, creía que podía ser diplomático y seguir los pasos de uno de nuestros ídolos, Caputo. Eso sí, le tiré un título “Canillita y Diplomático”, en letras de molde, página impar, margen inferior derecho, con foto y todo, ahí estaba mi historia. La de un pibe que desde chico (muy, desde los nueve años) ayudaba a su papá en la parada que tenía en la puerta del todavía portentoso Hospital Ferroviario, nave insignia del sindicalismo argentino donde se colocó el primer corazón artificial del mundo (el pobre viejo que sobrevivió unas horas compartía habitación con mi abuelo, carnet N° 13 de La Fraternidad, y la operación se hizo para mojarle la oreja al equipo de Favaloro, la competencia).
Con foto y todo era la cosa. Como era complicado ir hasta la puerta del hospital, nos llevaron en un remise a mangear alguna parada en Constitución. Y ahí aparezco, simulando venderle un diario a un pibe de espaldas y campera Adidas característica, mi amigo el Bardo que me había acompañado.
La cosa era el lunes, cuando atendiendo la secretaría de apuntes escuchaba como todos hablaban del pibe del diario. Si bien seríamos unos cuatrocientos estudiantes, algunos todavía no éramos conocidos. Me causó gracia escuchar una piba que decía “si, además dicen que es un pibe inteligente…”, en paralelo alguien había difundido otra verdad a medias. Me iba bien en Historia y eso sumaba a las leyendas.
Años después, reunidos en Mar del Plata en un congreso de la SAAP, mientras conteníamos las pretensiones salariales de un pibe que iba a tener un cargo rentado, este me espetó: “Vos seguramente no necesitaste trabajar mientras estudiabas, por eso decís eso”. Sí, creo que es día terminó de perderse mi vocación diplomática.

(Para Pablo, que se pudrió de todo justo hoy hace seis años).

lunes, 3 de noviembre de 2014

Animesé Señora!!!



Alfonsín impulsó como candidato de la UCR a Angeloz, cuando su poder menguaba y el cordobés era el candidato natural. Incluso con un programa diferente al del partido en el gobierno (lápiz rojo, se acuerdan?). Perdió.
Menem impulsó a Duhalde como candidato del PJ cuando su poder menguaba y el cabezón era el candidato natural. Incluso con un programa diferente al del partido en el gobierno (“Hay que salir de la convertibilidad, se acuerdan?). Perdió.
Ud. es diferente Señora. Ud. quiere ser como Golda Meier, o como Merkel, o como… ehhh.. Indira Gandhy (no, esa mejor no porque la cuetearon). ¡Qué se yo! Como Isabel… (no, tampoco, esa era bailarina egipcia, no arquitecta).
¿Por qué pifiarle? Para que impulsar de candidato a uno que no se banca. ¿Para perder? Mire que el peronismo es implacable con los perdedores. Menem llegó a estar preso. Poquito, pero aprovecho para seguir leyendo las obras completas de Sócrates. Yo sé que Ud. quiere seguir sus estudios de arquitectura. Pero mejor si lo hacemos desde el sur, no? No desde El Messidor en La Angostura no, que ahí estuvo presa la bailarina.
Juéguese, ponga uno del riñón. Uno con el perfil que a Ud. le gusta. Uno que estuvo desde el primer día. ¿Qué el carisma no se hereda? Vamos, no va a creer en esas paparruchadas del marketing político. Ud. no, Ud. se la jugó en la militancia universitaria. En La Plata… (ah, me dicen que su único acto heroico era gritarle en las asambleas a los radichetas de la Franja…, bueno, no importa).
Puede buscar entre los suyos. ¿Qué no tiene tiempo? ¿Qué está preocupada por la economía? Pero por favor, déjele ese tema menor a Axel (ah, ud. dice que no puede dejarlo solo, que no sabe mucho…, no importa, desde que Néstor lo sacó a Lavagna que no hay Ministro, así que no se caliente, total ahora tenemos la fotocopiadora de billetes y hacemos que todos crean que son millonarios…).
Si no tiene tiempo no se preocupe. Yo ya le encontré candidato. Del riñon. Del palo. De los que estuvieron en el Sur desde el primer día. Con perfil para el momento. Bien de los pueblos nuestroamericanos. Qué cope a los pibes de La Cámpora (qué, en definitiva, son los que pondrán el pecho el día de la elección, los votos no porque le escasean…, los esquivan. Creo que ni Liborio los contaría los votos que junta La Cámpora, y mire que ese contaba todos, eh. Tenía una frase maravillosa “Un voto de derecha y un voto de izquierda son… dos votos”).
Le digo quien es Sra.? Lo tiene cerca… (No Maximito no es. Además, quien va a cobrar los alquileres si Ud. lo pone de Presidente?, no la veo a la nena casa por casa con el talonario de recibos… y Ud. está para otra cosa, para diseñar obras, no se olvide).
Es Berni, Sra. No se equivoque. El perfil da. Se calza las botas y recorre las inundaciones. Sube a las viejitas a los botes y se pone el mismo a remar. Es milico (a los peronistas les encantan los milicos). Seguro que si ahora hace una encuesta en los barrios pobres, esos que más afectados se ven por la inseguridad, es más conocido que el motonauta, o al menos, menos puteado.
Que el perfil progre no da? Ehhh, Sra. Uds. nunca fueron progres… y pobres tampoco.