Cuando estás en una reunión de amigos de tu misma generación
se cae en el lugar común de las anécdotas que se dieron cuando eras chico. Hay
cosas que no hacen falta explicar. Por ejemplo, si alguien pregunta que estabas
haciendo el día que te sortearon para la colimba, no tenés que aclarar que era
el servicio militar obligatorio, sino que enseguida contás: “Ese día nos
sorteaban a tres de la división, Fabián, Sergio y yo, la profe de física nos
dejó escuchar la radio, el primero en el sorteo era yo, pegué un salto cuando
escuche 115, porque me salvaba y Silvio se me tiró encima para festejar, mi
columna dio contra el respaldo del banco donde estaba sentado y el dolor me
dura hasta hoy, pero noimportanadaporquemesalvé!!!!”.
Si te dicen “te acordás del gol de Maradona”, sabés que solo
pueden estar hablándote de alguno de los dos que le hizo a los ingleses, en los
cuartos de final del Mundial de México. Por un instante te quedás callado y tu
memoria se va unos microsegundos al recuerdo de la única vez que te abrazaste
con tu viejo, hombre distante y ausente, de pocas palabras, para gritar el gol
que sellaba el campeonato unos días después. De paso, sos de los que das clases
en una escuela de periodismo deportivo y les decís, un poco con orgullo y otro poco
con saña, soy de los que vio a Argentina salir dos veces campeón del mundo.
Si nombran la ciudad de Viedma, enseguida sabés que se
refieren a la capital que no fue. O si ponen un tema de Kiss, es de sentido
común sonreír para adentro con un montón de chistes sobre pollitos y lenguas
largas.
Pero en esas reuniones hay un quiebre. Un momento en el que
el resto de tus contemporáneos trazan una línea imaginaria entre vos y ellos (aclaremos,
siempre y cuando no hayan ido con vos a la escuela). Es cuando se empieza a
hablar del viaje a Bariloche y vos, al pasar, para humillar un poco, decís: “yo
fui dos veces”. Te miran. Saben de qué hablás pero quieren esquivar el tema. Saben
lo que viene, pero tratan de evitar la envidia tirando un dardo envenenado “¿pero
vos repetiste de año y pagaste dos viajes?”. En realidad te dan el pie: “Yo
gané en Feliz Domingo” (acá es cuando tu mujer te mira diciéndote telepáticamente
“que viejo sos…”. Pasaste en ese preciso instante a otro lugar. Estás en un
podio. Vos, que nunca ganaste nada, ni un premio en una kermese, algún que otra
dos cifras o un pleno en el casino, sos el héroe de esa noche. Sin que quieran
escucharte, te mandás:
“Claro, fuimos dos veces. Uno que pagamos en cuotas, desagio
mediante, era la época del Plan Austral, viste (otro día les cuento como nos
cago Río de la Plata igual con las cuotas, tengo guardada la tablita que hice
para demostrarlo, pero no me dieron bola…), y además competimos. Dos veces nada
más, pero competimos. Todavía Soldán no pegaba el saltito cuando ganabas. Tampoco
creo que preguntó cuántos éramos antes de que Verónica meta la mano en el cofre
y saque esa llave que la convirtió en héroe de todos esa semana (como Masche,
viste), imagínate, éramos 61 más dos acompañantes, 63, si ni entrábamos en un
solo micro, hubo unos cuantos que se sacrificaron voluntarios y se subieron a
otro. Todo el hotel (de mala muerte, pero que importa) para nosotros, más un
colado, el Cata. Uno que había terminado el año anterior y le decíamos Cata
porque se apellidaba Verga, después se lo cambió al apellido. ¿Si el servicio
era bueno? Una garcha en verdad. Comíamos en el Bariloche Center, ese edificio
horrible que hay en el centro. Milanesas que parecían hervidas, unos arrollados
que tenían la consistencia y el color de un chicle Bazooka de banana. En el
viaje de ida el micro se quedó en medio de la ruta, Pablo, mi mejor amigo nos
juntó a todos e intentó mostrarnos el Halley. No vimos una mierda, claro, pero
le dijimos que sí, sí, ahí está. Un poco por creer viste. ¿Nunca se te ocurrió
que la Patagonia era el lugar ideal para un capítulo de Expedientes X? Jajajaj,
allá un día fuimos a patinar sobre hielo. Un desastre. Pablo se fue, de la
bronca que tenía de caerse. Yo creo que iba agarrado de una baranda. Sabés que
el discurso de Alfonsín del traslado de la Capital lo vi ahí. Estaban como
locos los del Hotel. No lo podían creer: Al sur, al frío les decía el viejo y
más de uno lagrimeaba. La piba que estaba sentada al lado mío, radical ella,
decía ‘lo amo’, repetía como un karma. Claro, era radicalismo por cien años,
que ibas a saber que al año el turro de Rico nos iba a escupir el asado. No
sabés, nos quisieron cagar con la foto. Y con el boliche. Ahí salté yo. Nos
querían vender entradas para Grisú a cambio del boliche que tenían que darnos
por contrato. A mi que me importaba Grisú, si nadie me daba bola, eso de los
reservados sobre el lago era para los que ganaban. Mi sentido de justicia iba
más allá. Al final nos dieron una entrada libre a un boliche que estaba en ¡el
Bariloche Center! Jajaj, en el 98 fui de nuevo, era una wiskería berreta, en un
viaje que hicimos con un rep de Prentice y el librero, el papá de Guille. Los
partidos de pool que jugamos ahí… Pero ese día en el boliche un par de pibas y
Roy perdieron la tarjeta de los tragos. Querían hacerlos pagar por toda la
tarjeta. Ahí de nuevo, a quien llamaron, a mi… media hora discutiendo y al
final nos dejaron salir… el boludo de Roy encontró la tarjeta al día siguiente,
jajajaj, lo queríamos matar. Decí que después salvó que nos cagaran con la
foto. El fotógrafo no aparecía el último día. Si la foto grupal. La noche
anterior nos recorrimos todo Bariloche buscándolo. Otra te cuento, no es del
viaje. Es del programa. Fuimos dos veces al programa. Ja. En la primera nos
cagaron. En dos prendas nos cagaron. Competíamos en esa que tenías que mostrar
lo que sabías hacer. Yo sé, era. Hicimos una coreo re buena. Una piba tocaba el
piano y Roxana se metía en una bolsa y bailaba. Lo re ensayaron. Casi que un
número del Di Tella era. Ah, no sabés que era el Di Tella. Justo estoy editando
un libro sobre eso, después te cuento. Ahí nos cagaron. No ganamos y perdimos
en otras dos, en una nos hicieron trampa y no quisieron pasar la cinta. Después
mandaron a las chicas a jugar al fútbol. Les hicieron cinco. El referí era
Nimo!!! Me dijo Nimo, sale campeón River. Pero nosotros estábamos recalientes y
nos fuimos puteando por Gelly hasta el Pumper de Florida. Que bronca. Eso fue
en enero. Éramos pocos, casi todos estaban de vacaciones. Yo había preparado
una prenda, sobre cine. No, no había internet…, me fui a un video a ver el
dorso de las películas para saber los actores…. Bueno, yo quedé recaliente. No
fui al segundo programa. En marzo. Sabés que ese día salió campeón River. Tres
le hicimos a Velez. Jugaban Enzo, Alonso y Morresi. No hubo otro equipo como
ese, eh. Ja, a la fecha siguiente le dimos la vuelta a los bosteros en la
bombonera. Me imagino a Angelito tapándose la nariz y lagrimeando desde el
cielo. El día de la pelota naranja fue. Pero
la cosa que al segundo programa no fui. Me había puteado con Gago, el productor.
Estaba ofendido. Pero ese día estaba en lo de mi abuela. Se vino Sergio a comer
pizza y ver el final. Habíamos llegado a la final. Sabés la pizza que hacía mi
abuela. Con la masa de la esfiga la hacía. ¿Cómo que es la esfiga? El Fatay, la
empanada árabe. Del Líbano era Rafaela, no de Siria. La cosa es que mis viejos
se habían ido a Gessell y yo estaba con mi abuela. Vino Sergio y nos hizo
pizza. Te juro que pienso como cocinaba mi abuela y lloro. Como con la escena
de la peli de Disney. Cuando le estaba por tocar a Verónica me pare, salí de atrás
de la mesa y dije ‘me pongo acá para festejar’. La tenía reclara, iba a agarrar la lleve que abría. Ja. Fabi que estaba ahí dice que le dijo 'agarrá esa, agarrá esa'. Lo que salte
y grité. Jajjaajaj. Lo llamamos a Pablo en seguida. No aparecía por ningún
lado. Nos fuimos corriendo a Retiro. No sé por qué pensamos que íbamos a
festejar en el Pumper de Florida. Viste, no había celulares, en el medio del
quilombo del festejo del programa alguno tiraba ‘nos juntamos en la puerta del
colegio para festejar’ y ahí iban todos. Pero nadie tiró nada. Nos fuimos a
Retiro. No había nadie. Arrancamos para San Martín. No se como caímos que
seguro se festejaba en lo de Roxana. Claro, el colegio era de San Martín,
obvio. Un cole público, como el Nacional, pero de San Martín. Re groso era.
Alfredo Bravo había ido ahí. En la zona de Urquiza, Devoto, no había buenos
secundarios, entonces iban todos para allá. Yo no. Yo me había mudado a Urquiza
desde San Martín y seguí yendo… Sabés que al domingo siguiente fuimos a recibir
el premio. Obvio. Yo que estaba enojado volví como ganador. SI Gago me dio la copa
de Champan. El que había puteado un par de meses antes. Jjajaj. Debería recibir
mil puteadas por día. Pero no termina ahí la cosa. ¿Sabés cómo se llama mi
mujer? Gago! Lo primero que le pregunte el día que la conocí fue si era
familiar!!! Nada que ver. Bah, creo que hay una sola rama de Gagos. Si hasta el
de Boca es primo lejanísimo…”
A esta altura ya te miran raro. Quieren que cambies de tema.
Pero saben que perdieron. Que esa noche ya fuiste el distinto de la reunión.
Tratan de empardarla contando que uno fue al show de Carlitos Balá u otro que
fue a ver a Queen. Pero nadie lo logra. Hasta que uno salta y marca la
diferencia: “Vos ganaste dos veces, pero sabés que, yo fui coordinador de
viajes”. El eje cambió. Ese pibe pasa a ser Gardel.