sábado, 5 de marzo de 2016

9-3-1986



Cuando estás en una reunión de amigos de tu misma generación se cae en el lugar común de las anécdotas que se dieron cuando eras chico. Hay cosas que no hacen falta explicar. Por ejemplo, si alguien pregunta que estabas haciendo el día que te sortearon para la colimba, no tenés que aclarar que era el servicio militar obligatorio, sino que enseguida contás: “Ese día nos sorteaban a tres de la división, Fabián, Sergio y yo, la profe de física nos dejó escuchar la radio, el primero en el sorteo era yo, pegué un salto cuando escuche 115, porque me salvaba y Silvio se me tiró encima para festejar, mi columna dio contra el respaldo del banco donde estaba sentado y el dolor me dura hasta hoy, pero noimportanadaporquemesalvé!!!!”.
Si te dicen “te acordás del gol de Maradona”, sabés que solo pueden estar hablándote de alguno de los dos que le hizo a los ingleses, en los cuartos de final del Mundial de México. Por un instante te quedás callado y tu memoria se va unos microsegundos al recuerdo de la única vez que te abrazaste con tu viejo, hombre distante y ausente, de pocas palabras, para gritar el gol que sellaba el campeonato unos días después. De paso, sos de los que das clases en una escuela de periodismo deportivo y les decís, un poco con orgullo y otro poco con saña, soy de los que vio a Argentina salir dos veces campeón del mundo.
Si nombran la ciudad de Viedma, enseguida sabés que se refieren a la capital que no fue. O si ponen un tema de Kiss, es de sentido común sonreír para adentro con un montón de chistes sobre pollitos y lenguas largas.
Pero en esas reuniones hay un quiebre. Un momento en el que el resto de tus contemporáneos trazan una línea imaginaria entre vos y ellos (aclaremos, siempre y cuando no hayan ido con vos a la escuela). Es cuando se empieza a hablar del viaje a Bariloche y vos, al pasar, para humillar un poco, decís: “yo fui dos veces”. Te miran. Saben de qué hablás pero quieren esquivar el tema. Saben lo que viene, pero tratan de evitar la envidia tirando un dardo envenenado “¿pero vos repetiste de año y pagaste dos viajes?”. En realidad te dan el pie: “Yo gané en Feliz Domingo” (acá es cuando tu mujer te mira diciéndote telepáticamente “que viejo sos…”. Pasaste en ese preciso instante a otro lugar. Estás en un podio. Vos, que nunca ganaste nada, ni un premio en una kermese, algún que otra dos cifras o un pleno en el casino, sos el héroe de esa noche. Sin que quieran escucharte, te mandás:
“Claro, fuimos dos veces. Uno que pagamos en cuotas, desagio mediante, era la época del Plan Austral, viste (otro día les cuento como nos cago Río de la Plata igual con las cuotas, tengo guardada la tablita que hice para demostrarlo, pero no me dieron bola…), y además competimos. Dos veces nada más, pero competimos. Todavía Soldán no pegaba el saltito cuando ganabas. Tampoco creo que preguntó cuántos éramos antes de que Verónica meta la mano en el cofre y saque esa llave que la convirtió en héroe de todos esa semana (como Masche, viste), imagínate, éramos 61 más dos acompañantes, 63, si ni entrábamos en un solo micro, hubo unos cuantos que se sacrificaron voluntarios y se subieron a otro. Todo el hotel (de mala muerte, pero que importa) para nosotros, más un colado, el Cata. Uno que había terminado el año anterior y le decíamos Cata porque se apellidaba Verga, después se lo cambió al apellido. ¿Si el servicio era bueno? Una garcha en verdad. Comíamos en el Bariloche Center, ese edificio horrible que hay en el centro. Milanesas que parecían hervidas, unos arrollados que tenían la consistencia y el color de un chicle Bazooka de banana. En el viaje de ida el micro se quedó en medio de la ruta, Pablo, mi mejor amigo nos juntó a todos e intentó mostrarnos el Halley. No vimos una mierda, claro, pero le dijimos que sí, sí, ahí está. Un poco por creer viste. ¿Nunca se te ocurrió que la Patagonia era el lugar ideal para un capítulo de Expedientes X? Jajajaj, allá un día fuimos a patinar sobre hielo. Un desastre. Pablo se fue, de la bronca que tenía de caerse. Yo creo que iba agarrado de una baranda. Sabés que el discurso de Alfonsín del traslado de la Capital lo vi ahí. Estaban como locos los del Hotel. No lo podían creer: Al sur, al frío les decía el viejo y más de uno lagrimeaba. La piba que estaba sentada al lado mío, radical ella, decía ‘lo amo’, repetía como un karma. Claro, era radicalismo por cien años, que ibas a saber que al año el turro de Rico nos iba a escupir el asado. No sabés, nos quisieron cagar con la foto. Y con el boliche. Ahí salté yo. Nos querían vender entradas para Grisú a cambio del boliche que tenían que darnos por contrato. A mi que me importaba Grisú, si nadie me daba bola, eso de los reservados sobre el lago era para los que ganaban. Mi sentido de justicia iba más allá. Al final nos dieron una entrada libre a un boliche que estaba en ¡el Bariloche Center! Jajaj, en el 98 fui de nuevo, era una wiskería berreta, en un viaje que hicimos con un rep de Prentice y el librero, el papá de Guille. Los partidos de pool que jugamos ahí… Pero ese día en el boliche un par de pibas y Roy perdieron la tarjeta de los tragos. Querían hacerlos pagar por toda la tarjeta. Ahí de nuevo, a quien llamaron, a mi… media hora discutiendo y al final nos dejaron salir… el boludo de Roy encontró la tarjeta al día siguiente, jajajaj, lo queríamos matar. Decí que después salvó que nos cagaran con la foto. El fotógrafo no aparecía el último día. Si la foto grupal. La noche anterior nos recorrimos todo Bariloche buscándolo. Otra te cuento, no es del viaje. Es del programa. Fuimos dos veces al programa. Ja. En la primera nos cagaron. En dos prendas nos cagaron. Competíamos en esa que tenías que mostrar lo que sabías hacer. Yo sé, era. Hicimos una coreo re buena. Una piba tocaba el piano y Roxana se metía en una bolsa y bailaba. Lo re ensayaron. Casi que un número del Di Tella era. Ah, no sabés que era el Di Tella. Justo estoy editando un libro sobre eso, después te cuento. Ahí nos cagaron. No ganamos y perdimos en otras dos, en una nos hicieron trampa y no quisieron pasar la cinta. Después mandaron a las chicas a jugar al fútbol. Les hicieron cinco. El referí era Nimo!!! Me dijo Nimo, sale campeón River. Pero nosotros estábamos recalientes y nos fuimos puteando por Gelly hasta el Pumper de Florida. Que bronca. Eso fue en enero. Éramos pocos, casi todos estaban de vacaciones. Yo había preparado una prenda, sobre cine. No, no había internet…, me fui a un video a ver el dorso de las películas para saber los actores…. Bueno, yo quedé recaliente. No fui al segundo programa. En marzo. Sabés que ese día salió campeón River. Tres le hicimos a Velez. Jugaban Enzo, Alonso y Morresi. No hubo otro equipo como ese, eh. Ja, a la fecha siguiente le dimos la vuelta a los bosteros en la bombonera. Me imagino a Angelito tapándose la nariz y lagrimeando desde el cielo. El día de la pelota naranja fue.  Pero la cosa que al segundo programa no fui. Me había puteado con Gago, el productor. Estaba ofendido. Pero ese día estaba en lo de mi abuela. Se vino Sergio a comer pizza y ver el final. Habíamos llegado a la final. Sabés la pizza que hacía mi abuela. Con la masa de la esfiga la hacía. ¿Cómo que es la esfiga? El Fatay, la empanada árabe. Del Líbano era Rafaela, no de Siria. La cosa es que mis viejos se habían ido a Gessell y yo estaba con mi abuela. Vino Sergio y nos hizo pizza. Te juro que pienso como cocinaba mi abuela y lloro. Como con la escena de la peli de Disney. Cuando le estaba por tocar a Verónica me pare, salí de atrás de la mesa y dije ‘me pongo acá para festejar’. La tenía reclara, iba a agarrar la lleve que abría. Ja. Fabi que estaba ahí dice que le dijo 'agarrá esa, agarrá esa'. Lo que salte y grité. Jajjaajaj. Lo llamamos a Pablo en seguida. No aparecía por ningún lado. Nos fuimos corriendo a Retiro. No sé por qué pensamos que íbamos a festejar en el Pumper de Florida. Viste, no había celulares, en el medio del quilombo del festejo del programa alguno tiraba ‘nos juntamos en la puerta del colegio para festejar’ y ahí iban todos. Pero nadie tiró nada. Nos fuimos a Retiro. No había nadie. Arrancamos para San Martín. No se como caímos que seguro se festejaba en lo de Roxana. Claro, el colegio era de San Martín, obvio. Un cole público, como el Nacional, pero de San Martín. Re groso era. Alfredo Bravo había ido ahí. En la zona de Urquiza, Devoto, no había buenos secundarios, entonces iban todos para allá. Yo no. Yo me había mudado a Urquiza desde San Martín y seguí yendo… Sabés que al domingo siguiente fuimos a recibir el premio. Obvio. Yo que estaba enojado volví como ganador. SI Gago me dio la copa de Champan. El que había puteado un par de meses antes. Jjajaj. Debería recibir mil puteadas por día. Pero no termina ahí la cosa. ¿Sabés cómo se llama mi mujer? Gago! Lo primero que le pregunte el día que la conocí fue si era familiar!!! Nada que ver. Bah, creo que hay una sola rama de Gagos. Si hasta el de Boca es primo lejanísimo…”
A esta altura ya te miran raro. Quieren que cambies de tema. Pero saben que perdieron. Que esa noche ya fuiste el distinto de la reunión. Tratan de empardarla contando que uno fue al show de Carlitos Balá u otro que fue a ver a Queen. Pero nadie lo logra. Hasta que uno salta y marca la diferencia: “Vos ganaste dos veces, pero sabés que, yo fui coordinador de viajes”. El eje cambió. Ese pibe pasa a ser Gardel.