Muchas son las leyendas urbanas que atraviesan ciudades,
culturas y generaciones.
Está la de la chica que baila en el boliche, se transa al pibe y este la acerca hasta la casa, casualmente frente al cementerio. Da escalofríos pensarla cuando todos sabemos que en realidad la “chicanoestávivayelpibenolosabehastaquepreguntadiasdespueésporella”.
Está la de la chica que baila en el boliche, se transa al pibe y este la acerca hasta la casa, casualmente frente al cementerio. Da escalofríos pensarla cuando todos sabemos que en realidad la “chicanoestávivayelpibenolosabehastaquepreguntadiasdespueésporella”.
Está también la de la piba que debuta en Bariloche, o el
pibe (es indistinto según quien la cuente) y al día siguiente recibe una rosa
negra con la frase “Bienvenido/a al mundo del SIDA”.
Pero hay una que escuché de chico y que hacía mucho no
recordaba: El pibe, fanático de las calesitas, que se sube al caballo de la
misma y es picado por una serpiente que bajó por el río y se refugió en el
interior del mismo.
Supongo que esta última la usan los padres para que sus hijos
pequeños dejen de ir a la calesita, entretenimiento barato aun hoy en día, seis
pesitos y te dan boleto (sirve a la vez para que los más chicos sepan que es un
boleto capicúa). Medio cruel me parece.